Como lo prometido es deuda, aquí va una serie de entradas que denominaré el ciclo de la vida. Con ellas, quiero bosquejar un poco la complicada red que supone la vida y las relaciones establecidas entre los seres vivos y los diferentes ecosistemas que a veces, tan alejados están unos de otros.
Nada hay tan opuesto en nuestras mentes como el desierto del Sahara y la selva tropical Brasileña. Sin embargo, el periódico aporte de polvo del desierto del Sahara que reciben los bosques de la Amazonía se cuantifica en miles de toneladas al año. Ese aporte que los vientos realizan, no sólo fertiliza la selva, sino que también aporta minerales al mar que son utilizados por el plancton.
Estos sedimentos unas veces proceden de la erosión de materiales que fueron expulsados en erupciones volcánicas y otras en cambio son el resultado de la erosión de rocas que fueron producidas por la actividad de organismos marinos. Es por ello, que no sólo se relacionan los seres vivos actuales entre ellos, sino que la relación se remonta a tiempos pretéritos. Comenzaremos pues bosquejando un poco esas relaciones.
Una de las cosas que tenemos en nuestro nuevo hogar, aún en construcción es el "caño". Un "caño" es como llamamos en la zona de Zaragoza a una excavación en el terreno que muchas veces no está revestida de ningún modo y cuyas paredes son las del propio terreno. Se usaba como lugar donde mantener los alimentos frescos. Los caños son de profundidades variables, y se componen de un pasillo más o menos largo y de excavaciones a los lados del mismo donde alojar tinajas, cántaros y otro tipo de recipientes donde se almacenaban los alimentos. Es por ello, que descender al caño es adentrarnos en el pasado.
Los cantos rodados y gravas nos hablan del lecho de un río. El río Gállego, distante ahora casi un kilómetro, depositó los suelos que pisamos ahora durante el pleistoceno superior, hace entre 11.800 y 126.000 años. (mapa geológico de España, hoja 355). Entonces, los elefantes, leones, leopardos, osos o grandes tortugas como las que habitan las Islas Galápagos dejaban sus huellas impresas en los lodos depositados por el Gállego. El hombre de Neandertal era quien vivía en ese ambiente. Finalmente, desaparecería junto con aquella fauna conformándose lo que conoceríamos como época actual.Ese suelo se formó con las rocas y arenas que el río Gállego arrancó desde su nacimiento y que transportó hasta aquí mismo. El granito, surgió de la actividad geológica en el Pirineo durante la Orogenia Herciniana, que tuvo lugar hasta hace unos 250.000.000 de años. Las calizas se formaron en el fondo del mar hace millones de años y fueron plegadas y montadas sobre la antigua cordillera durante la Orogenia Alpina que tuvo inicio hace unos 65.000.000 de años y sigue produciéndose hoy en día.
¿Qué tiene que ver esto con la actualidad?. Pues realmente mucho. Estos depósitos traídos por el río Gállego son los que van a formar el suelo, y el tipo de suelo está directamente relacionado con el tipo de vegetación que puede vivir sobre él. Como los suelos de que disponemos son de reacción básica, es decir, de PH mayor que 7, la vegetación que pueda vivir sobre ellos tendrá que ser tolerante a este tipo de condiciones. Es por ello, que no encontraremos castaños, por ejemplo, ya que necesitan suelos cuyo PH no sea tan elevado.
Cuando el río Gállego se fue retirando hacia el oeste en su divagar lateral provocado por la formación de meandros, los bosques serían del tipo "bosque galería". Con el aumento de la distancia al río, el espacio sería colonizado por las especies que poblasen el monte próximo y que no necesitasen vivir tan cerca del agua. Pinos, sabinas y algún roble con gran presencia de herbáceas, según podemos deducir de los restos polínicos descubiertos en las turberas de San Juan de Mozarrifar (Valero-Garcés 2004 y González-Sampériz 2005). Los bosques comenzarían a ser roturados y puestos en cultivo desde hace unos 2500 años, en época ibero-romana según José Luis Peña interpreta en los sedimentos de la Val de las Lenas, en Botorrita. En la foto de la izquierda vemos un fragmento de una lucerna romana, (que era un lámpara de aceite) que apareció en una de las sacas de grava que utilizamos para hacer el hormigón de la rehabilitación.
En el siglo XVIII, Juan Martín de Goicoechea, amigo de Francisco de Goya, fija su residencia a un kilómetro de nuestro bosque-jardin. Introduce el cultivo del olivo en la zona y construye un molino de aceite cuyos restos se encuentran en el Parque Bruil de Zaragoza, que durante la Guerra de la Independencia pasa de manos francesas a españolas varias veces. Entonces, el lugar que ahora es nuestro bosque-jardin probablemente pasa a ser un campo de olivos rodeado de viñas hasta mediados del siglo XIX. La construcción que se encuentra en la finca se reforma a principios del siglo XIX y posteriormente de nuevo en la segunda mitad del mismo siglo. Para las vigas de forjados y techumbres se traen troncos de pinos que bajan conducidos en nabatas de las cuales aún se conservan en la techumbre más de dos docenas de remos de las mismas. Algunas de esas vigas antiguas han sido descompuestas por los escarabajos y las termitas y por lo tanto han dejado de ser útiles. Se han usado para la estufa y el serrín producido al trocear la madera se incorpora como materia orgánica al suelo. Aquí es descompuesto en sustancias minerales y enriquece el sustrato formado por el material procedente de la erosión de los materiales expulsados por los volcanes de aquella orogenia hercínica, las rocas formadas con los sedimentos calcáreos de antiguos mares y los procedentes de la erosión de los materiales que se depositaron en el antiguo lago de agua dulce que ocupó el valle del Ebro hasta hace unos cinco millones de años.
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