Esto que os traigo hoy es una curiosidad. Tanto por el
rastro de actividad como por la historia de cómo llegamos a encontrarlo así.
Este ejemplar (o lo que queda de él) es de Sapo común (Bufo bufo). Procede del
ibón (lago de montaña de origen glaciar) de Piedrafita, en el Pirineo de
Huesca. Después de un día de trabajo por la zona hace ya varios años, decidimos
subir a comer a las orillas del ibón. Aparcamos el coche y al salir vimos un
armiño (Mustela erminea) con el pelaje
marrón típico de verano subiendo por unas piedras y asomándose a cada momento.
Su curiosidad podía más que su miedo.
Más arriba, en el ibón, un milano real (Milvus milvus)
describía círculos a cierta altura sobre la lámina de agua. Al acercarnos más
vimos que llevaba algo entre sus garras y que lo devoraba al tiempo que
sobrevolaba el ibón. De repente, soltó lo que llevaba en las garras, que cayó
al suelo, e inmediatamente efectuó un vuelo a ras de agua, y como un pigargo,
recogió con sus garras un sapo que se encontraba a ras de superficie y levantó
de nuevo el vuelo. De nuevo los círculos sobre nuestras cabezas y comenzando a
devorar al sapo en pleno vuelo.
Una mirada atenta a la orilla del ibón me mostró que había
decenas de cuerpos de sapos y que todos presentaban el mismo aspecto. El
milano, a sabiendas de la toxicidad de la piel del sapo debida a la presencia de las
glándulas parótidas que segregan un líquido tóxico, lo pelaba como un plátano y
dejaba tan sólo la piel vuelta sobre la cabeza y la espina dorsal, consumiendo
el resto de dicho sapo. Los sapos deben de ser presas frecuentes de los milanos,
tanto del milano negro (Milvus migrans) como del Milano real (Milvus milvus).
En una ocasión pude comprobar como cientos de ejemplares de Sapo corredor (Bufo
calamita) que estaban entonando su canción nupcial enmudecían al paso del
milano negro. Ahora me arrepiento de no haberme acercado a las inmediaciones de
la balsa donde estaban los sapos para comprobar si el milano negro trataba a los sapos corredores del mismo
modo que el milano real trataba a los sapos comunes.
Si no hubiera visto al milano en acción quizá hubiese
pensado que los restos desperdigados por toda la zona eran obra del armiño. Unos días después ví publicado en la revista Natura que las nutrias llegaban a los ibones y comían los sapos dejando la piel. Las fotografía era idéntica a los restos que yo encontré. Al escribir preguntando cuales eran los indicios que hacían pensar en que las presas pertenecían a una nutria no recibí respuesta. Este naturalista creo que asturiano, supuso que fueron las nutrias como yo hubiese supuesto que era el armiño. Sólo dando una vuelta en torno al ibón se apreciaba la magnitud del "sapicidio" cometido pues había quizá un ciento o más. En cualquier caso era demasiada comida para un armiño y para un sólo milano.
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