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martes, 24 de enero de 2017

Una extraña huella de burro

         

 Una de las huellas más fáciles de identificar, al sólo contar con una especie que la produce es la del caballo. Es posible encontrar huellas iguales a las de caballo muy pequeñas generalmente mezcladas con huellas de ovejas. Todavía hay pastores que tienen burros, y éstos producen esas huellas.
            El otro día, me acerqué un momento por la mañana al monte y pude fotografiar una huella, que por su pequeño tamaño pertenece a un burro.
            Lo curioso de esta huella, es que despista por su forma, pudiendo ser confundida con la de un ciervo debido a su tamaño. Al ser huellas muy profundas, la parte trasera de la huella presenta dos protuberancias que parecen ser producidas por dos pezuñas. Hay que prestar atención a la parte delantera de la huella donde se aprecia el contorno circular ininterrumpido, mostrando que la huella no pertenece a dos cascos sino a uno sólo.

            En la fotografía de la derecha, podemos apreciar cual es la parte de la pata que ha producido estas impresiones que dan lugar a confusión. Es la parte denominada talón, cuya forma redondeada produce esas curiosas impresiones. 

jueves, 8 de septiembre de 2016

Están locos estos moluscos...

Creo que son conocidos por todos los caracoles.  Aquellos que no han podido verlos se podrán contar con los dedos de una mano, pues en cualquier salida al campo o al parque, si se levanta alguna piedra, plástico o madera, es fácil encontrar algún ejemplar. En algunos países incluso son consumidos como alimento, que yo sepa en España y Francia.
Los caracoles y las babosas o limacos, son seres de actividad nocturna o de días lluviosos, ya que si se arriesgan a salir en las horas centrales del día corren el riesgo de morir por desecación. Con el fin de evitar esto, cuando comienza a amanecer, se refugian en lugares húmedos y oscuros en los que poder estar a salvo. Si volteamos un tronco podremos observar varias especies de moluscos apelotonadas buscando el resguardo de la humedad. Pegan su concha a algún sitio duro y cierran la junta con mucus. En la foto, (Helix aspersa, 1; Otala punctata, 2; y Cochlicella barbara, 3 ). En tiempos muy secos incluso segregan un "tapón" completo que ocupa toda la abertura de la concha y que se solidifica impidiendo
la pérdida de humedad y que permite el paso del aire. Las babosas, que no poseen conchas, o mejor dicho, que la tienen bajo la piel han de permanecer en los huecos más húmedos. Duranye el invierno se refugian en profundos agujeros y sellan sus conchas por completo.




Y esto es lo que hacen gran cantidad de especies de moluscos, aunque algunos de ellos hagan justo lo contrario, como estos  Theba pisana. Lejos de esconderse y refugiarse, se suben a un lugar bien alto totalmente expuestos al viento y el sol. Les llamamos "caracoletas" en Zaragoza, y son tan abundantes que no reparamos en su comportamiento, totalmente contrario al de muchos otros caracoles. A pesar del calor tan intenso de este verano y de que no ha llovido ni una gota ahí han permanecido todo el tiempo. Han servico de estandartes en cada uno de los tutores que hemos puesto para que la fuerza del viento no maltratase en exceso los nuevos árboles y arbustos que hemos plantado.



Pero no sólo las caracoletas están locas, Recuerdo que un fin de semana de Diciembre de hace varios años, realicé una exposición de naturaleza en un pueblo del Pirineo Aragonés que se llama Piedrafita de Jaca. A la hora de la comida salí a dar una  vuelta porlos alrededores del pueblo contemplando la nevada cuando pude ver a otro caracol loco. En este caso es un caracol amarillo, (Cepaea nemoralis.) que daba un paseo por la nieve. El resto de los caracoles, dormían en profundos agujeros con sus puertas de mucus cerrando las conchas y esperando las lluvias y temperaturas de la primavera. Y este loco andaba por encima de la nieve... le hice una foto por que me pareció curioso, y hoy la comparto con vosotros.

miércoles, 29 de mayo de 2013

La sorprendente estrategia reproductiva del sapo corredor


Una de las estrategias reproductivas más sorprendente que he visto es la que tiene el sapo corredor (Bufo calamita). Es una estrategia de derroche de energía que vista con nuestra escala temporal parece un suicidio colectivo. Pero es la estrategia que debe de seguir un anfibio que quiera subsistir y conquistar los espacios más secos de nuestra geografía.
Los anfibios, debido a que sus huevos no tienen una cubierta protectora, han de hacer sus puestas en el agua. En los medios secos, aquellos puntos de agua que son capaces de conservarla durante mucho tiempo, son unos lugares donde muchos animales se han de dar cita necesariamente. La competencia en estos medios ha de ser feroz, ya que es el único lugar en mucho espacio a la redonda donde aquellos animales que dependen de ella para reproducirse y vivir pueden hacerlo. Cuando un caminante se aproxima a uno de estos lugares, se da perfecta cuenta de la gran cantidad de libélulas y escarabajos acuáticos que habitan esta agua. Las larvas de estos insectos son tremendos depredadores. Los sapos que habiten estos medios deben de sufrir numerosas bajas en su época larvaria y una brutal competencia por el alimento.
Una de las cosas que llaman la atención del sapo corredor es que la metamorfosis al estado de sapo joven transcurre con gran rapidez, en un mes aproximadamente. La rapidez es una ventaja enorme. En primer lugar, la cantidad de alimento necesario para que un renacuajo de sapo corredor se transforme en un pequeño sapito (del tamaño de la uña del pulgar), es muchísimo menor que la que usa un sapo de espuelas (Pelobates cultripes), que sobrepasa con creces los cuatro meses y se prolonga en ocasiones a la primavera del año siguiente. Esta característica es lo que da una ventaja increíble al sapo corredor para ocupar terrenos extremadamente secos.
Es tan breve el período necesario para completar la metamorfosis del sapo corredor que se puede permitir el lujo de poner sus huevos en aguas cuya presencia es extremadamente breve. Los charcos y zonas anegadas tras las lluvias en los años buenos les brindan un lugar a salvo de los depredadores que viven en las charcas. Tan sólo tiene que aguantar un mes con agua y los sapos podrán completar su metamorfosis. Los renacuajos son tan pequeños que sus necesidades alimenticias también lo son. Una vez el sapo deposita los huevos en el charco, se dispara la cuenta atrás. Hay que desarrollarse en un período breve de tiempo.
Cuando un año es bueno en lluvias y estas se dilatan en el tiempo adecuadamente garantizando que los charcos aguanten, la cantidad de pequeños sapos que consigue llegar a metamorfosearse es astronómica. En su contra, hay años malos en los que la mayor parte de las puestas se malograrán, y los sapos habrán de esperar al año siguiente para probar suerte. Los fondos de los charcos en estos años aparecen como manchas muy extensas de color negro que si miramos con detenimiento nos muestran su naturaleza. Miles de diminutos cuerpos de renacuajos yacen en el fondo de lo que antes fue un charco (foto de la izquierda). El hombre, acostumbrado a la corta visión temporal de los acontecimientos identifica esto como una catástrofe de dimensiones descomunales.
Imagino que las hormigas y pequeños insectos de los que se alimenta el sapo corredor contemplan como una verdadera catástrofe el año en el que millones de sapitos pequeños salen de cada charco que se forma en el monte… no todos los habitantes del planeta observamos los acontecimientos con el mismo cristal.

martes, 16 de abril de 2013

Rapaces distribuyendo semillas


            Hace algunas semanas, cuando volvía del trabajo, al lado del camino que conduce a mi casa había un aguilucho lagunero (Circus aeruginosus) que estaba terminando de comerse a una paloma bravía doméstica (Columba livia). Allí estaba desplumando como hacen las rapaces, quitando plumas, levantando la cabeza y mirando alrededor suyo y volviendo a quitar plumas. No es la primera vez que veo esto volviendo mi casa. Cernícalos (Falco tinnunculus), Gavilanes (Accipiter nisus), Águila calzada, (Hieraaetus pennatus), Milano real (Milvus milvus), Milano negro (Milvus migrans), Ratonero común (Buteo buteo)… todos ellos he podido observar “in fraganti”. Incluso dos veces he podido ver en acción al Halcón peregrino (Falco peregrinus). Una vez un individuo joven que no consiguió cazar nada, y que ví con prismáticos desde la ventana de mi cocina; una segunda vez, un ejemplar adulto que capturó una paloma que había asustado yo al pasar con el coche por el camino. Nunca olvidaré ese momento.
            Después de llegar a casa, espero un ratito y me voy al lugar del crimen para comprobar cómo ha quedado el escenario. En muchos casos, lo que veo no es indicativo del autor de la caza, pero sí en algunas otras como en el caso del Gavilán, que en varias ocasiones he podido comprobar cómo el escenario queda siempre igual. Esto está comentado en la entrada “La presa del Gavilán”. En otros casos, como los milanos, ratonero y el águila, no queda nada significativo. Todos los rastros aparecen igual. En esta entrada os mostraré el escenario del aguilucho lagunero, que indica que la paloma ha sido consumida por un ave rapaz, pero además os contaré un hecho curioso que se deduce de los restos.
            En primer lugar, lo que vemos es un desplume, es decir una gran acumulación de plumas que indican que alguien ha matado y comido a un ave. (Foto de encabezamiento de la entrada).
            Las plumas, indican la especie del ave muerta, en este caso una paloma bravía. Una vez que encontramos esto en el campo, se trata de ir eliminando pistas para dar con el asesino. Lo primero, observar las plumas de vuelo del ave, tanto las “remeras” o rémiges, que son las plumas grandes de las alas, como las “timoneras” o rectrices, que son las plumas de la cola. En estas plumas, los raquis han de estar completos, no rotos. Los raquis rotos indican que ha sido un mamífero el autor del desplume.  (Foto de la derecha).
            

Las plumas que recubren el cuerpo, más pequeñas son arrancadas con el pico y aparecen como en “copos” formados por varias plumas unidas por pequeños trozos de piel o saliva del ave rapaz. Al ser una presa pequeña, no queda ningún resto que nos hable de preferencias alimenticias y nos dé más pistas. (Foto de la izquierda).
           





            Pero lo más curioso que ví en este rastro, y es por eso que he hecho esta entrada, es que aparecía el contenido del buche. Se trata de semillas de maíz que la paloma había robado previamente de un molino cercano. Uno de los métodos de llegada de semillas a las islas que Darwin expuso en su obra “El origen de las especies” era este. Todos aquellos que hemos abierto egagrópilas hemos podido comprobar el contenido de las mismas y algunas semillas que llevaban los pájaros que se habían comido las aves rapaces. El hecho de que esta paloma muerta haya liberado estas semillas (que por las fechas en las que fue capturada ya no podía encontrar en el campo, sino en los graneros del hombre), nos muestra los mecanismos de la evolución en el día a día. Cientos de palomas torcaces (Columba palumbus) viajan desde el norte de Europa hacia el sur cada invierno. Una paloma que se haya alimentado en países más al norte y lleve semillas en su buche, puede ser muerta en España por un azor (Accipiter gentilis) u otra ave de presa y liberar en el suelo las semillas de su interior del mismo modo que esta paloma que hoy nos ocupa ha dejado las semillas de maíz. Si éstas semillas llegan a un sitio donde puedan prosperar, nuevas plantas de una especie que no está presente en la Península Ibérica podrían llegar a la edad adulta y hacerse un hueco en la flora de un determinado lugar. Esta idea es la que me ha hecho pensar que la desafortunada paloma podría ser hoy protagonista de esta entrada contándonos un nuevo capítulo sobre las dispersión de las plantas por los animales.

martes, 2 de abril de 2013

Escupitajo de cuco


El rastro que hoy protagoniza esta entrada es cuando menos curioso. Se conoce vulgarmente como escupitajo o salivazo de cuco. En determinadas fechas primaverales no es raro observarlos sobre la vegetación herbácea del suelo. La realidad, es más sorprendente que lo que su nombre indica. Los cucos realmente no van dejando escupitajos por las plantas. Estas formaciones, que si tocamos realmente parecen escupitajos, son la obra de un insecto.
           

 Cuando alguien vuelva a encontrarse con estos escupitajos los verá de diferente forma. No pasa nada por tocarlos, y si retiramos la espuma podremos contemplar a los hacendosos insectos que las elaboran. Se conocen como cigarrillas espumadoras. Son insectos hemípteros que se alimentan de jugos de plantas que succionan mediante un aguijón conocido como estilete. Cuando son adultos, son capaces de dar saltos sorprendentes o volar, lo que les permite huir con gran facilidad. Cuando son ninfas, segregan esta espuma dentro de la cual se encuentran a salvo de los depredadores.

martes, 26 de febrero de 2013

La chocha-perdiz de Darwin.


  

            Uno de los pasajes del Origen de Las Especies de Ch. Darwin que recuerdo con más emoción, es el del relato de cómo humedeciendo el barro que llevaba adherida la pata de una becada o chocha-perdiz (Scolopax rusticola) que le fue enviada, germinó una semilla de resbalabueyes (Juncus bofonius).
            El motivo de tal emoción se remonta a hace más de 15 años. Recuerdo que sería el año 1997 o algo así. Trabajaba en la Unidad de Sanidad Forestal de Zaragoza y fumigaba con mi compañero, entonces Antonio González, los pinos del pueblo de Chiprana para evitar la presencia de orugas de procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa) en las calles, así como los posibles efectos perjudiciales de las urticantes orugas a sus vecinos. A la hora de comer, decidimos acercarnos a la laguna salada de Chiprana. Bocadillo de tortilla, prismáticos, y sentados en un escarpe de la zona sur, con los pies colgando a dos metros sobre la superficie del agua cristalina. Sabía de la presencia de Artemia salina en esta laguna por un artículo leído en la revista Empelte, nº 7 (bibliografía). Esta revista la compré en Caspe durante una excursión a Chiprana años antes con el ornitólogo Javier Pradas. En aquellos tiempos, se tenía a esta salada como la única laguna salada de interior con presencia de Artemia salina.
            Por aquellos entonces, yo tenía mis acuarios, y conocía a Artemia salina (a la izquierda) por las publicaciones del ramo. La característica de depositar los huevos en el barro salado de las marismas, de cómo este barro salado se recogía y enviaba de un lugar a otro de la Tierra por correo y que cuando el destinatario lo recibía y lo ponía con agua salada los huevos eclosionaban obteniendo así un alimento vivo de calidad, hacían a esta especie muy interesante como alimento vivo en acuariofilia.
            Cuando conocí esta característica de las artemias, cobraron sentido unos anuncios que veía en las revistas de la peluquería de mi vecina cuando era un niño. En ellos se vendían unos sobres milagrosos que contenían "monos de mar". Se aseguraba que puestos en agua, surgían de forma milagrosa y efectuaban múltiples cabriolas y persecuciones proporcionando momentos de gran diversión.
            Conocía también la presencia de Artemia Salina en las marismas de La Camargue francesa, de la presencia de flamenco rosa (Phoenicopterus ruber) y de la curiosidad de que debían el colorido rosáceo a que sus plumas se teñían por el consumo de crustáceos del tipo de Artemia salina. Entre bocado y bocado de tortilla y con los prismáticos, veía dos ejemplares de tarro blanco (Tadorna tadorna) en la orilla norte de la Salada. Esta especie migratoria se reproducía precisamente en La Camargue francesa. Pensé en los huevos de artemia depositados en el barro del suelo en La Camargue y de cómo podían viajar en las patas o las plumas de estos patos hasta esta laguna salada del mismo modo que podían viajar en un sobre hasta nuestras casas y después ser viables todavía. También había cuatro grullas (Grus grus). Era la primera vez que veía grullas posadas, y también la primera vez que veía ejemplares de tarro blanco.

  Se me ocurrió, que del mismo modo que podían haber llegado las artemias a Chiparana, a vuelo de pato, Las grullas podían transportarlas a otras lagunas saladas del interior peninsular en las que las grullas también hacen paradas migratorias.
            Cuando hoy en día leo alguna publicación en la que se habla de la presencia de Artemia Salina en lagunas saladas en las que también se pueden ver grullas, todavía recuerdo aquellos momentos. Y es este, he de confesar, el motivo de que años después, cuando tuve en mi poder el libro del Origen de Las Especies y leí el capítulo XII; recuerde su lectura con la misma emoción con la que contemplé por vez primera aquellos dos ejemplares de tarro blanco (a la izquierda) en la Salada de Chiprana...

sábado, 17 de noviembre de 2012

La senda de la garduña


            Creo que una de las marcas que más abundantemente nos siguen en algunos recorridos campestres es el excremento de la garduña (Martes foina). La costumbre de defecar a lo largo de un itinerario y de no acumular demasiado los excrementos en cagarruteros, hace que su número parezca asombroso. Utiliza los excrementos para marcar su territorio, como deducimos por la posición que ocupan, casi siempre sobre un lugar destacado. 
          

  Frecuentemente son de color negro, aunque algunas veces estos se ven salpicados de semillas o piel de frutos de frutos que no puede digerir bien. La dispersión de semillas que no están rotas por la masticación y que dentro de sus cáscaras están protegidas de los ácidos estomacales, convierte a la garduña en un animal  muy interesante para la regeneración de nuestros bosques, pues algunos arbustos necesitan que sus semillas sigan este proceso para germinar bien. El viaje por el intestino prepara a la semilla para la germinación, y una vez fuera del mismo cuenta con un abonado adicional. El destino hará que el momento sea ideal, que la meteorología sea suficientemente adecuada en cuanto a humedad, y que el suelo cercano sea bueno para poder echar raíz.
           



  También no obstante, podremos hallar excrementos cuyo contenido son plumas, pelos o restos de insectos. El aspecto entonces es retorcido y acabado en punta como vemos es esta última foto y su diámetro es de 1,2 cm de diámetro aproximadamente. 

viernes, 13 de abril de 2012

El supremo sacrificio del sisón


De las conductas animales podemos destacar algunas que son realmente sorprendentes. Para mí una de ellas es la del macho del sisón (Otis tetrax) y su extremo sacrificio. El macho del sisón, posee una particularidad curiosa en su vuelo. El batir de sus alas produce un silbido que es capaz de atraer la mirada de los depredadores y así estos pueden desviar su mirada de la prole que se puede poner a la fuga.
Hace unos años, trabajando en el campo de maniobras tuve ocasión de disfrutar de una de estas temporadas en la que los sisones son realmente frecuentes. Me encantaba ver y oír volar a estas aves que intentaban llamar mi atención y desviarme de mi ruta para (supongo) evitar que localizase el lugar donde estaban los pequeños o el nido. Había leído que este silbido se produce al poseer los sisones machos un pluma más corta entre las rémiges primarias de ambas alas. Yo me preguntaba que si esto era así, por qué no silban las alas de todas las aves cuando mudan sus plumas y tienen una rémige primaria más corta que las otras aunque sea de modo temporal.
La respuesta llegó ese mismo año. En este caso la respuesta vino del sacrificio de un macho de sisón. Encontré los restos de un macho de sisón que había visto días atrás y que fue atacado por un águila real (Aquila chrysaetos). Cabeza arrancada, ningún resto más del cuerpo, un manto de plumas y un ala intacta... Todavía estaba la sangre fresca.
Sabía de la presencia del águila,  un ejemplar joven del año anterior que había visto por la zona. Los pastores, también la habían visto, y se quejaban de la desaparición de varios corderitos pequeños. Un día la vieron devorando a uno. Aseguraban que si seguía así alguien le pegaría un tiro, pero esto es otra historia.
El caso es que cuando ví lo poco que quedaba del sisón, cogí el ala todavía fresca y la agité como lo hiciera momentos antes su antiguo propietario y surgió el milagro. El ala empezó a silbar. Mirando las plumas del ala, vi que no sólo la rémige del sisón es más corta, sino que tiene unas escotaduras extrañas en los márgenes externo e interno de la pluma en concreto. Sin duda ha de ser ésta forma característica lo que produce el siseo (que por otra parte da nombre al sisón), y no la longitud de la misma.
En el manto de plumas que dejó el águila real tras su comida, encontré sueltas las rémiges primarias que en esta foto os muestro. El ala, la guardé como la encontré y aunque transcurridos varios años desde su hallazgo,   su sonido es todavía audible aunque con menor intensidad cuando se agita arriba y abajo. Hoy el ala del sisón que tantas veces llamó mi atención todavía puede sorprender a aquellos que oyen el silbido cuando la agito arriba y abajo en el aire al tiempo que les cuento esta historia.