Una de las estrategias reproductivas más sorprendente que he
visto es la que tiene el sapo corredor (Bufo
calamita). Es una estrategia de derroche de energía que vista con nuestra
escala temporal parece un suicidio colectivo. Pero es la estrategia que debe de
seguir un anfibio que quiera subsistir y conquistar los espacios más secos de
nuestra geografía.
Los anfibios, debido a que sus huevos no tienen una cubierta
protectora, han de hacer sus puestas en el agua. En los medios secos, aquellos
puntos de agua que son capaces de conservarla durante mucho tiempo, son unos
lugares donde muchos animales se han de dar cita necesariamente. La competencia
en estos medios ha de ser feroz, ya que es el único lugar en mucho espacio a la
redonda donde aquellos animales que dependen de ella para reproducirse y vivir
pueden hacerlo. Cuando un caminante se aproxima a uno de estos lugares, se da
perfecta cuenta de la gran cantidad de libélulas y escarabajos acuáticos que
habitan esta agua. Las larvas de estos insectos son tremendos depredadores. Los
sapos que habiten estos medios deben de sufrir numerosas bajas en su época
larvaria y una brutal competencia por el alimento.
Una de las cosas que llaman la atención del sapo corredor es
que la metamorfosis al estado de sapo joven transcurre con gran rapidez, en un
mes aproximadamente. La rapidez es una ventaja enorme. En primer lugar, la
cantidad de alimento necesario para que un renacuajo de sapo corredor se
transforme en un pequeño sapito (del tamaño de la uña del pulgar), es muchísimo
menor que la que usa un sapo de espuelas (Pelobates
cultripes), que sobrepasa con creces los cuatro meses y se prolonga en
ocasiones a la primavera del año siguiente. Esta característica es lo que da
una ventaja increíble al sapo corredor para ocupar terrenos extremadamente
secos.
Es tan breve el período necesario para completar la
metamorfosis del sapo corredor que se puede permitir el lujo de poner sus
huevos en aguas cuya presencia es extremadamente breve. Los charcos y zonas
anegadas tras las lluvias en los años buenos les brindan un lugar a salvo de los
depredadores que viven en las charcas. Tan sólo tiene que aguantar un mes con
agua y los sapos podrán completar su metamorfosis. Los renacuajos son tan
pequeños que sus necesidades alimenticias también lo son. Una vez el sapo
deposita los huevos en el charco, se dispara la cuenta atrás. Hay que
desarrollarse en un período breve de tiempo.
Cuando un año es bueno en lluvias y estas se dilatan en el
tiempo adecuadamente garantizando que los charcos aguanten, la cantidad de
pequeños sapos que consigue llegar a metamorfosearse es astronómica. En su
contra, hay años malos en los que la mayor parte de las puestas se malograrán,
y los sapos habrán de esperar al año siguiente para probar suerte. Los fondos
de los charcos en estos años aparecen como manchas muy extensas de color negro
que si miramos con detenimiento nos muestran su naturaleza. Miles de diminutos
cuerpos de renacuajos yacen en el fondo de lo que antes fue un charco (foto de la izquierda). El hombre, acostumbrado a la
corta visión temporal de los acontecimientos identifica esto como una
catástrofe de dimensiones descomunales.
Imagino que las hormigas y pequeños insectos de los que se
alimenta el sapo corredor contemplan como una verdadera catástrofe el año en el
que millones de sapitos pequeños salen de cada charco que se forma en el monte…
no todos los habitantes del planeta observamos los acontecimientos con el mismo
cristal.