El epicentro de la polémica en la última riada, y que también lo fue en la penúltima y será en la siguiente es el tema de las “islas de grava” del río. Dicen algunas personas que estas islas se deben a la “falta de limpieza”, otras a que son restos de las penínsulas para la construcción de puentes sobre el río. Otras que se deben a que la grava para la construcción se extrae en canteras y no del lecho como antaño.
La
explicación es mucho más sencilla y evidente. Las islas de grava de deben a que
no baja suficiente agua como para cubrir por completo el lecho del río que se
encuentra entre las defensas. En las zonas en las que el río es más profundo,
el agua circula sólo por este tramo y deja las gravas a la vista en el resto
del cauce.
En
ocasiones, ocurre que estas barras de gravas se alzan por encima del antiguo
lecho, pero no significa que el río se esté levantando, sino que durante la
riada esa zona tuvo una corriente más lenta y el sedimento que el río
arrastraba se depositaba en este lugar, al tiempo que arrastraba el de otras
partes del lecho.
No obstante para aquellos que tienen dudas sobre la existencia de islas desde siempre en el río, pueden hacer una búsqueda de planos de Zaragoza en la red. En planos de 1865 de la capital de Zaragoza, existe una isla llamada del Ramblar, que coincide justo en la que hoy podemos ver en el entorno de Club Deportivo Helios. Esta isla se denomina Santo Domingo en un plano del ejército de 1869 publicado en 1872. En los planos franceses de 1808 no se aprecian islas, pero sí que el río estaba crecido y que había muchos sitios inundados todavía, por lo que las islas y playas de grava no se aprecian. Hay que decir no obstante, que hoy, como resultado del dragado que se hace para los barcos, el agua se va toda al canal de navegación, y la playa de gravas que se encuentra frente a este Club en la actualidad ha aumentado de tamaño (foto dcha).
Aunque es cierto que siempre ha
habido islas de grava en el río, hoy en día hay una diferencia significativa
con aquellos tiempos. La construcción de presas en el río lo ha
compartimentalizado de tal modo que cuando hoy nos asomamos río Ebro, vemos un
río nuevo, el río Ebro versión 3.0. El río que vieron los romanos era diferente
al que podemos contemplar hoy. De hecho los romanos se enfrentaron a un río que
discurría por un valle con más cobertura vegetal y que arrastraba menor
cantidad de sedimento de modo que no existía todavía el delta del Ebro, o era
tan incipiente que no se percibía. Ese era el Ebro que en el dibujo se corresponde con la parte superior, un río con un nacimiento y una pendiente hasta el mar, lugar de sedimentación final. La deforestación y
roturación, favorecieron que mayor cantidad de sedimento llegase al río y después al mar. En la
época árabe el delta era pequeño pero ya se adentraba algunos kilómetros en el
mar. El Delta acelera su crecimiento hasta las dimensiones que podemos
contemplar hoy a partir del siglo XV. El Ebro llevaba mayor cantidad de sedimento pero era todavía un sistema continuo. Ese era el Ebro 2.0.
Hoy, con la existencia de grandes presas en el Ebro que lo dividen en tramos (T1, T2, T3), gran cantidad del sedimento se queda atrapado en el fondo de los pantanos (S1, S2) y las riadas se laminan siendo más prolongadas y menos intensas, de modo que el Delta del Ebro comienza a desaparecer puesto que la cantidad de sedimento aportada por el río (SF) no compensa el desgaste que el mar hace del sedimento aportado. Además ya no es el río lineal, sino que es un río que "nace" de nuevo varias veces,(N1, N2, N3) cortando la continuidad del sistema (T1) y la cadena erosión-transporte-sedimentación dividiéndola en tramos más pequeños (T1, T2, T3). Hoy se estima que el Ebro aporta el 1% del sedimento que aportaba en 1940. Este es el Ebro 3.0, el Ebro de hoy en día.
Hoy, con la existencia de grandes presas en el Ebro que lo dividen en tramos (T1, T2, T3), gran cantidad del sedimento se queda atrapado en el fondo de los pantanos (S1, S2) y las riadas se laminan siendo más prolongadas y menos intensas, de modo que el Delta del Ebro comienza a desaparecer puesto que la cantidad de sedimento aportada por el río (SF) no compensa el desgaste que el mar hace del sedimento aportado. Además ya no es el río lineal, sino que es un río que "nace" de nuevo varias veces,(N1, N2, N3) cortando la continuidad del sistema (T1) y la cadena erosión-transporte-sedimentación dividiéndola en tramos más pequeños (T1, T2, T3). Hoy se estima que el Ebro aporta el 1% del sedimento que aportaba en 1940. Este es el Ebro 3.0, el Ebro de hoy en día.
Los embalses son el final para gran parte del sedimento de pequeño tamaño, el que queda suspendido en el agua y
que al quedar ésta quieta en los embalses se precipita al fondo y ya no llega
al delta. Pero… ¿Qué hay del sedimento más pesado como las gravas?. Lo natural,
es que el río sea un sistema lineal. Un proceso de erosión-transporte y
sedimentación cuyo fin es el aporte del sedimento reducido a arena y lodo al mar. El tamaño de los
sedimentos es diferente según el tramo del río que contemplemos. En la parte
superior, el río presenta elevadas pendientes y grandes bloques de rocas
salpican el lecho aquí y allá. La erosión reduce el tamaño de estos bloques de
modo que cuando tienen un tamaño menor pueden ser arrastrados río abajo. Al
final del río, los grandes bloques que en la zona media eran cantos rodados se
han convertido en fina arena.
Vemos
pues que no sólo hay un río que conduce agua, sino que existen “otros ríos” que
están compuestos de sedimentos de diferentes tamaños, y que avanzan más lentos
pero de forma inexorable hacia el mar para acabar el ciclo convertidos en
arena. No circulan siempre todos los ríos. El río de agua, siempre fluye en
mayor o menor medida, incluso en el período de estiaje. Otro de esos ríos es el
que está compuesto por el lodo en suspensión que viaja con el agua. Con las
lluvias, aumenta el caudal de agua y el aporte de lodo, así como la velocidad del río de modo que el agua puede
transportar gran cantidad de lodo y arena en suspensión, activándose así el
segundo río. Es necesario no obstante, una gran avenida y grandes velocidades
para que se active el tercer río, el de las gravas. Primero se ponen en
circulación las más pequeñas, y poco a poco, al ritmo que aumenta la velocidad
gravas más grandes. Unas se deslizan, otras avanzan rodando groseramente y otras a pequeños saltos, una especie de semi-suspensión en el medio. Ocurre a la inversa cuando las aguas vuelven a calmarse,
parando los sedimentos su marcha también por orden de tamaño. Ese es el
resultado que nosotros vemos cuando el río mengua y podemos observar su lecho.
Barras de gravas que parece que están “taponando” el cauce del río. Pero lo que
indican no es otra cosa que un lugar del lecho del río en el que la velocidad
era menor y donde se paraban las gravas al no ser la velocidad la suficiente
para provocar el arrastre.
Hoy, si bien el agua sí que en cierta medida hace este viaje, no es libre para fluir como antaño de modo que se pierde la sincronía con los otros dos ríos. Al ser capaces de laminar las riadas, podemos fabricar una avenida que no active el tercero de los ríos, el de las gravas en su plenitud y que mantenga el segundo, el de los lodos activo durante mucho más tiempo. Además, los sedimentos gruesos ya no viajan tanto. No recorren el río con libertad y quedarán atrapados sin poder superar jamás los embalses, al igual que gran cantidad de lodos y arenas, (foto derecha) fruto de que hemos dividido el río en porciones.
Vemos
pues que lo que antes era un río ahora se podría comportar como muchos micro-ríos. Aún
a pesar de esto, los micro-ríos podrían funcionar como pequeños ríos que comienzan de nuevo desde cada presa, un nuevo nacimiento como he dicho más arriba. Pero tampoco
es así, no se comportan como un conjunto de micro-ríos. El río, además de partido en trozos, discurre entre
dos paredes desde una presa a la otra. Antaño, cuando el río de agua crecía y
comenzaba a movilizar al río de lodo y al de grava, se salía del lecho que
ocupa normalmente, dispersando su carga de gravas fuera de su lecho habitual, o
cambiando su trazado abandonando toneladas de gravas lejos del lecho que ya no
volvería a movilizar. Los lodos, suspendidos en el agua que anegaba hectáreas, quedarían alejados del lecho, generalmente en campos de
cultivo que lógicamente sufrían una sobreelevación paulatina con los sedimentos
aportados, sobreelevación que ya no se produce. Las inundaciones que se producen ahora en algunas ocasiones provienen de aguas del freático que ascienden y por lo tanto no aportan sedimento alguno.
Hoy, al discurrir entre paredes, los sedimentos gruesos serán depositados en el propio lecho, y no podrán salir de éste. Igual ocurre con los lodos, pero éstos serán conducidos durante muchos kilómetros hasta el próximo embalse. Únicamente en aquellos lugares en que se rompan las defensas o que el río las supere en altura, los sedimentos finos harán su viaje fuera del lecho habitual como es natural. Es por eso que las barras de gravas y las islas de gravas se depositan en el lecho del río, sencillamente porque no tienen otro lugar donde hacerlo. No es porque no se drague, es porque hemos matado al río. El río así conducido es más rápido y violento y las consecuencias las vemos con cada nueva avenida y seguiremos viéndolas mientras no se cambie de forma de manejo. Las islas y barras de gravas se depositan en el lecho y se activan de nuevo con cada avenida avanzando a lo largo del río. Miles de toneladas de gravas avanzan a lo largo del cauce y se detienen cuando la corriente disminuye. Algo así como el escondite inglés. Todos han estado avanzando, pero cuando nos giramos y miramos están quietos.
Hoy, al discurrir entre paredes, los sedimentos gruesos serán depositados en el propio lecho, y no podrán salir de éste. Igual ocurre con los lodos, pero éstos serán conducidos durante muchos kilómetros hasta el próximo embalse. Únicamente en aquellos lugares en que se rompan las defensas o que el río las supere en altura, los sedimentos finos harán su viaje fuera del lecho habitual como es natural. Es por eso que las barras de gravas y las islas de gravas se depositan en el lecho del río, sencillamente porque no tienen otro lugar donde hacerlo. No es porque no se drague, es porque hemos matado al río. El río así conducido es más rápido y violento y las consecuencias las vemos con cada nueva avenida y seguiremos viéndolas mientras no se cambie de forma de manejo. Las islas y barras de gravas se depositan en el lecho y se activan de nuevo con cada avenida avanzando a lo largo del río. Miles de toneladas de gravas avanzan a lo largo del cauce y se detienen cuando la corriente disminuye. Algo así como el escondite inglés. Todos han estado avanzando, pero cuando nos giramos y miramos están quietos.