Más allá de polémicas sobre cambio climático, lo que no
podemos negar es que sí ha habido un cambio en el tiempo. Consideramos como
tiempo a las condiciones atmosféricas de un determinado lugar en un determinado
instante, y el clima a la media de estas características en un período
suficientemente largo como para que sea significativo.
En mi corta experiencia, que mis recuerdos remontarán hasta
quizá treinta ciclos estacionales, sí he percibido un cambio en el tiempo. Los
inviernos de mi juventud eran más rigurosos, con más hielo y niebla. Del mismo
modo, los veranos eran más calurosos, de modo que las estaciones eran algo más
extremas. Pero esta es la “sensación” y el recuerdo de un período muy corto. No
puedo saber si llovía más o menos a ciencia cierta, pues para esto es necesario
contar con las mediciones en un mismo lugar durante un tiempo, y de este modo
poder caracterizar un clima.
Los animales también perciben esos cambios de tiempo, así
que ya veis en el encabezamiento de esta entrada a mis tortugas tomando
tranquilamente el sol el día 17 de febrero de 2013. El día 14 de noviembre
siguen haciendo lo mismo. Parece no obstante, que ya llega el frío. No son sólo
mis tortugas las que están haciendo esto. En la piscina municipal donde trabajo,
las palomas están construyendo nidos y poniendo huevos, cosa que aprovechan las
urracas para obtener una ración extra de alimento. (izquierda)
Vemos pues que es seguro que estamos ante un cambio del
tiempo, pues en un período muy corto, los cambios de las condiciones
atmosféricas son perceptibles. Pero esto no es un cambio climático. El cambio
climático debe de tener en cuenta una serie de años suficiente como para que se
demuestre que a lo largo de mucho tiempo, lo que se percibe es una elevación o
bajada de las temperaturas o precipitaciones. Las mediciones en las estaciones
meteorológicas, tampoco tienen series de registros demasiado antiguos. Si
tuviésemos series de 2000 o 3000 años, la cosa sería más sencilla.
Es por ello, que estas series se han de buscar en otros
sitios, y la forma de hallarlas es de forma indirecta. Todos hemos oído hablar
de los sondeos en los hielos polares. Eso está muy lejos. Cerca de nosotros,
hay personas que hacen reconstrucciones a largo plazo estudiando a los seres
vivos… ¡o muertos!.
Los paleontólogos, estudian fósiles que, comparando con su
distribución actual, nos indican la disposición antigua de bosques, desiertos,
mares, hielos… por ejemplo, la aparición de renos en algunas cuevas, nos indica
que en aquellos tiempos, el ecosistema de tundra-taiga se extendía hasta la
misma península ibérica o tan cerca de ella que los hombres cazaban y
transportaban los renos hasta las cuevas. Las temperaturas no podemos saberlas
pero sí sabemos que el clima era diferente. En enlace al blog de Aragosaurus de
esta misma página, podemos saber cosas sobre el interesante trabajo de los
paleontólogos.
Los palinólogos, estudian el polen retenido en los fangos de
algunos lagos endorreicos. De este modo, sabemos que en períodos de frío, las
hayas (bosque típico Altántico) se extendieron hasta Castellón y Valencia, pues
hay polen presente en las Turberas de Prat de Cabanes.
Los dendrocronólogos son capaces de afinar incluso más,
ofreciendo con sus estudios unos datos de temperaturas medias y condiciones
climáticas más concretas. Para ello utilizan el estudio minucioso de los
anillos de crecimiento de las plantas, principalmente árboles. Comparando el
comportamiento de crecimiento de los anillos de un árbol durante un período
conocido y con registros fiables, se pueden extrapolar a otros árboles.
Solapando unos con otros se ha llegado a obtener una serie climática de
temperaturas medias de varios cientos de años atrás. En la página de Jesus
Julio Camarero, podemos saber más sobre el trabajo de los dendrocronólogos.
Tengo la suerte de conocer personalmente a profesionales que
usan estas técnicas. Los científicos de estas disciplinas dejan fuera de toda duda que los
cambios climáticos ocurren, han ocurrido y ocurrirán. Estas condiciones no han de ser eternas.
Entonces, esto deja el debate del cambio climático únicamente
en el lugar de si éste tiene origen en las actividades del ser humano o no. Aún
en el caso de que el cambio climático no tuviese origen en las actividades del
hombre, como los negacionistas opinan y argumentan, cabe preguntarse si es razonable el ritmo de destrucción y consumo de los recursos que estamos
llevando a cabo. No sólo hay que pensar en la cantidad de CO2 que se emite (se
emiten otras muchas cosas), hay que pensar que los bosques desaparecen a un
ritmo salvaje, y con ellos otros muchos recursos naturales limitados.
Y quizá el problema al que nos enfrentamos no es sólo un
problema de cambio climático. Quizá si llegamos a un cambio que acerca las
playas a los lugares de interior, llevemos menos maletas de las que pensamos
cuando vayamos de vacaciones.
Nos aproximamos a un cambio, que si no es climático seguro
que será traumático. Lacantidad desmesurada de energía que obtenemos del petróleo y el carbón no es
posible obtenerla de forma razonable de ningún otro lugar. Pensar que podemos
seguir este ritmo de consumo utilizando huesos de oliva o leña porque son
renovables es un error. También el petróleo y el carbón son renovables. Lo que
ocurre es que en poco más de 70 años hemos consumido lo producido en quizá
350.000.000 de años. No sólo estamos acabando con los bosques de hoy, estamos
acabando con los bosques de toda la historia de La Tierra.
El planteamiento, por tanto no es tanto si ponemos aerogeneradores
o plantas solares, el planteamiento es que si no somos capaces de racionalizar
nuestra existencia, el futuro no es muy halagüeño. Los bosques en España se han
expandido en este último medio siglo a causa del menor consumo de leña a favor
del carbón, el gas y el petróleo. Si se pretende la vuelta a la leña que
eufemísticamente de denomina biomasa, con el nivel de consumo actual, el
bosque, los huesos de oliva, las cáscaras de almendras y los restos de poda nos
durarán un cuarto de hora.
El uso de los restos de las tareas de poda en los montes
como leña, (o biomasa) me parece un disparate y tiene cualquier calificativo
menos sostenible. Utilizar estos recursos se ha hecho siempre que se utilizaba
la leña. No es un descubrimiento. Al fuego se echaba todo lo que podía arder. Y
así llegamos a esta situación de bosques de encinas con pies “reviejados” y
carentes entidad como bosque en algunos lugares y a los acampos (antiguas
dehesas) sin un solo árbol. Todos estudiamos en la antigua EGB y espero que en
la actual ESO, que la materia tiene un ciclo. Los seres que mueren en el bosque
son necesarios para mantener la riqueza del suelo en un ciclo interminable. Si
nos llevamos “todo pal fuego”, no sé en qué punto se supone que está esa
renovabilidad. Plantar árboles como sumideros de carbono para luego cortarlos y
quemarlos tampoco parece algo demasiado razonable. Ahora que el petróleo se
agota, parece ser que vamos a volver a castigar nuestros bosques.
La energía nuclear es limpia, según dicen. Para eso hay que
obviar que los depósitos de residuos van a permanecer escondidos a nuestra
vista, (que no inactivos) más tiempo del que la humanidad lleva sobre La
Tierra. En el futuro, los humanos no sabrán ni dónde se almacenaron estos
residuos, y las condiciones de los contenedores que los alojen es fácil pensar
cómo estarán. Si en unos pocos miles de años hemos perdido civilizaciones
enteras engullidas por la selva o el desierto, y no teníamos referencia alguna
de su existencia, es tonto pensar que dentro de 5000 años alguien sabrá donde
se encuentran los depósitos de residuos nucleares actuales.
El problema del ser humano, es que actúa como si su
existencia fuese a ser infinita en el tiempo. No se puede pensar en el infinito
cuando todo lo que nos rodea es finito. Los recursos, el agua, la tierra… todo
se acaba.
Los nativos de las selvas amazónicas llevan cientos de años en el
mismo lugar que permanece inalterado, o más correctamente, la alteración que
producen “cicatriza” cuando cambian de sitio, de modo que en un futuro próximo
pueden regresar a su antiguo asentamiento y comenzar de nuevo. La población de
seres humanos se mantiene en unos números razonables de forma natural. Eso es una población sostenible. Estas
poblaciones duran tanto como el ecosistema en el que viven. Tampoco son
eternas, pero son sostenibles.
Los seres humanos tras el descubrimiento de la agricultura y
el pastoreo, nos convertimos en civilizaciones que se desarrollan y
extienden cada vez más. Esto es una civilización
duradera. Estas poblaciones crecen tanto como espacio son capaces de
cultivar y regar. Por encima de unos límites, la transformación colapsa los
recursos (madera, tierra y agua) disponibles y acaba con la civilización que ha
de abandonar sus asentamientos. (Pueblo Bonito, en el cañón de Chaco o Isla de
Pascua). A menor nivel tecnológico, mayor duración en el tiempo.
La agricultura y ganadería industrial, apoyadas por la
globalización, que dependen más del petróleo que del agua, (hoy voy a comer
judías canadienses envasadas en Cuenca y posiblemente son más baratas que las
producidas en la misma Cuenca) no puede ser ni tan siquiera duradero. Cuando
los recursos de esta civilización se colapsan no cabe la migración, ya que
colapsan en lugares remotos y tremendamente lejanos a la propia civilización. Nos
encontramos frente a una civilización que podemos llamar civilización breve. A mayor nivel tecnológico, mayor brevedad.
Albert Einstein decía que no sabía cómo sería la tercera
Guerra Mundial, sólo sabía que la Cuarta sería con palos. Yo creo además que
esa guerra ni tan siquiera será necesaria para que debamos de usar los palos de
nuevo.
Y mis tortugas asoman la cabeza por encima del agua para
decírnos que el tiempo cambia, pero que al ritmo que vamos, colapsamos antes de terminar con el debate de si el cambio es de origen antrópico o no.