Hace
algunos sábados que ya no voy al Parque del Agua, donde fue la Expo. No
obstante, en los últimos días que estuve, una cosa me llamó la atención. El
inquietante silencio (entiéndase que aquí no considero el ruido producido por
la gente o la música de los chiringuitos y bares). En casa, por estas fechas
las ranas (Pelophylax perezi) están
pletóricas y se dedican a cantar (los machos) durante casi todo el día. Nada de
esto se oye en la Expo, situada paradójicamente en el meandro de “Ranillas”.
Sorprende este silencio en un lugar en el que las zonas con agua campan por doquier.
Se advierte muchísimo pato salvaje o ánade real (Anas platyrhynchos), y algún pato doméstico que sería necesario
descastar para evitar cruces, ya que al fin y al cabo, es un “espacio natural”,
o más exactamente, es un jardín donde acceden especies salvajes.
Son
muy frecuentes también las garzas, ya sea la real, (Ardea cinerea), imperial (Ardea
purpurea), Garceta, (Egretta garzetta),
Bueyera (Bubulcis ibis), martinete (Nycticorax nycticorax) o garceta grande
(Ardea alba) pero estas se ven más en
las orillas del Río, ya que la cantidad de gente no facilita el hecho de que se
muevan en las zonas húmedas del parque. De hecho, existen garceras en el Ebro
en las islas situadas en el centro de la ciudad y también junto al Pabellón
Puente. Desde el paseo y con simples prismáticos se pueden ver los martinetes y
garcetas tumbadas incubando sus huevos sobre los numerosos nidos que se
perciben entre las frondas de los chopos.
La
verdad es que el cangrejo americano (Procambarus
clarkii) no se puede considerar escaso, y que las gaviotas hacen pensar que
nos encontramos en un pueblo costero. En los tejados de los edificios de la
Expo no he estado, pero se oyen y ven gaviotas patiamarillas (Larus cachinnans) en abundancia, tal y
como si los edificios fuesen fragmentos de acantilado apartados de la costa y
colonizados por gaviotas.
Todo
esto son aves. No suelen ser indicativos de calidad del ecosistema donde se
ubican, únicamente indican la disponibilidad de alimento. ¿Dónde están los
anfibios y otras especies que esperamos ver en un lugar con agua?. Ya he
hablado del ubicuo cangrejo. En cuanto a peces, he visto carpas (Cyprinus carpio), que es una especie
introducida y en una ocasión un barbo (Barbus
graellsi), cosa que me llenó de alegría al ser un pez autócotono. Lamentablemente,
también abunda la gambusia (Gambusia holbrooki),
pequeño pez que es probablemente el culpable de la regresión de nuestros
anfibios de los lugares donde habita. No es este pez un criminal. Adaptado a
las aguas pantanosas, su pequeño tamaño le permite nadar entre la vegetación
palustre hasta la misma orilla y alimentarse de larvas de mosquito. Su
reproducción está adaptada a estos lugares. Los huevos eclosionan en el
interior del vientre de sus madres de modo que salen al exterior vivos ocultándose
de forma inmediata de sus parientes que los devorarán sin contemplaciones. Las
larvas de nuestros anfibios que llaman la atención en el interior de los huevos
transparentes con provocativos movimientos o las larvas que yacen inertes tras
la eclosión mientras consumen los restos de sus sacos vitelinos son un alimento
extra para las gambusias. No ha de extrañarnos pues la ausencia de ranas y
otros anfibios… y ese inquietante silencio que nos advierte que a pesar de ser
zonas con agua y aspecto natural, la salud ambiental de que disfrutan no es muy
buena.
El
que este parque reciba la certificación
AENOR de calidad ambiental que se renovó en 2009, y posteriormente la
calificación medioambiental Green Globe, dice muy poco acerca de estas
calificaciones.
Dos
especies invasoras en el agua, la gambusia y el black-bass contra las que no se
hace nada, que posiblemente han sido puestas intencionadamente ahí y que sin
duda tienen parte de la culpa de ese silencio sobrecogedor que reina en el Parque
del Agua.
Hay
que añadir no obstante una considerada como invasora terrestre peligrosa, el ailanto
(Ailanthus altissima) que podemos
contemplar en las zonas próximas al bosque natural y que tampoco se hace nada
para erradicarla (urge la corta para evitar la propagación de semillas en el
ámbito natural). Es lamentable que el mismo río donde se quiere erradicar al
castor (Castor fiber), especie protegida
en el resto de Europa, albergue lugares con tan laxo control de las especies
invasoras. Si además consideramos que los siluros (Silurus glanis) son pescados y devueltos al agua unos metros más
allá, en el río, caeremos en la cuenta del poco rigor que se tiene a la hora de
actuar contra las especies exóticas invasoras en esta comunidad autónoma que se
llama Aragón.
Y todavía es más sangrante que la gestión
privada de ese parque haya visto renovada su concesión por el político que “gestionaba”
estos temas momentos antes de irse a ocupar un puesto en Europa hipotecando al
gobierno entrante a asumir esa forma de gestión. Una persona que sin duda, también
se pudo haber calificado de “especie invasora terrestre peligrosa como el
ailanto”. Que tanta paz encuentre como deja con su marcha.