viernes, 29 de mayo de 2015

El críalo... quien a hierro mata, a hierro muere.

           

             Hace poco he tenido una experiencia de esas que recuerdas el resto de tu vida. He salido a recoger un material que llevaba en el coche tras dar una charla en el Instituto de Formación Profesional de Movera, cuando a poco más o menos un metro de mi pie ha salido volando un pollo de críalo (Clamator glandarius). Justo había hablado de él con un alumno del instituto esa misma mañana en un descanso de la charla.
            Ya me había dicho Alicia, la madre de Belén, que es la mujer que sufre mi aficción, que había visto como una picaraza (Pica pica) le daba de comer a un pájaro que no era otra picaraza y que había buscado en la enciclopedia una foto de cuco (Cuculus canorus), pero que no era igual.
            Hace años que vi el primer críalo por los alrededores de mi casa, y llamó mi atención debido a lo estridente de su canto. Algunos años más tarde, vi como lo que sería segurtamente un macho de críalo llamaba la atención de una pareja de picarazas o urracas de forma grosera y deliberada con el fin de provocar su persecución. La hembra aprovecha este momento para ir al nido, y poner uno o varios huevos.


           Es paradójico que esa misma técnica sea usada por la pareja de picarazas para robar los huevos de palomas y tórtolas. Varias veces he podido contemplar a las tórtolas turcas (Streptopelia decaocto) persiguiendo de forma desesperada a una urraca mientras la otra se acerca con sigilo al nido desatendido. Hay un dicho en España que dice: “quien a hierro mata, a hierro muere”. Quiere decir que el destino castiga de igual modo los comportamientos de cada uno. La urraca, experta en robar los huevos de otras aves mediante el engaño, es víctima de ese mismo juego pero el resultado es más cruel incluso. Los huevos que saquean las urracas serán repuestos por sus padres, pero la urraca, pierde los huevos puesto que sus polluelos morirán y además hace un gasto energético considerable no en reponer sus huevos, sino en sacar adelante los polluelos de otras aves.  
     
             Los hijos legítimos de las urracas, mueren de hambre, ya que la pesadez extrema del críalo exige tanta atención de los padres adoptivos que estos se ven obligados a dejar morir de inanición a los hijos propios en un reflejo producido por el inevitable instinto de sacar adelante a los pollos que piden comida con un lastimero grito y una boca de provocativo color rojo contra la que no puede rebelarse el instinto de cria.

sábado, 2 de mayo de 2015

Huella de zorro al galope

            
            Tras las avenidas y las lluvias, todo está lleno de barro. Esto nos brinda una ocasión única para poder observar las huellas de los animales. Lamentablemente, no voy al monte hace mucho tiempo, y tan sólo tengo ocasión de darme una vuelta por los entornos de la Expo 2008 cuando llevo a mi hija a patinar.

            En una zona interior, en un hueco donde el agua se queda atrapada con las avenidas, y con el agua algún que otro ser vivo, una capa de fino limo cubre todo el entorno. Ya no quedan peces en la poca agua que aún no se ha evaporado, ya que las garzas patrullan cada uno de estos lugares y los esquilman de vida, acortando así la agonía de los peces que se quedaron atrapados. Tan sólo aquellos que son de gran tamaño quedarán expuestos al sol.
            En las orillas de estos lagos accidentales, se descubren las huellas de garzas, chorlitos y patos que llegan a aprovecharse de los animales atrapados. Igualmente, se ven muchas huellas de perros aquí y allí, ya que una zona tan próxima a la ciudad está repleta de viandantes que pasean con sus perros que inexplicablemente campan sueltos, no sólo en las zonas más urbanas del parque, sino que también van sueltos en las zonas más naturales.
            Entre las huellas de unos y otros, no son raras las de tejón, gineta o zorro, que son los mamíferos silvestres que más indicios de su presencia nos dejan. Al ser estos rastros archiconocidos, para un rastreador sólo queda la opción de buscar rastros más raros. Y con suerte encontré uno de estos rastros. Se trata del rastro de un zorro que se desplazaba al galope. En la foto se percibe un grupo completo de las cuatro huellas. Es en este tipo de marcha cuando mejor se marcan las características de las extremidades de los animales, y al aparecer las impresiones al completo, algunas personas confunden a sus autores ya que se salen de la norma.
            En este caso, podemos ver en primer lugar entrando por la izquierda, las huellas de la patas traseras, primero la derecha y después la izquierda. Al desplazarse a gran velocidad, estas huellas aparecen a gran distancia una de la otra. A más distancia a la derecha, aparecen las de las manos, primero la izquierda y después la derecha. En el galope, hay un momento en que ninguna de las extremidades del animal tocan el suelo y todas las extremidades trabajan a la hora de impulsar el cuerpo.


No es el caso del salto, en el que el impulso descansa siempre sobre las extremidades traseras.    En este caso particular,  las huellas de las patas delanteras muestran la impresión del talón de la mano, un hecho inusual en otro tipo de marchas y que es lo que les confiere un aspecto que muchos no relacionarían con unas huellas de zorro.
           
En otro de estos “lagos” cercanos, pude encontrar un grupo de huellas del mismo tipo, desplazamiento al galope pero en este caso eran de perro. En el detalle de la huella de la mano que aparece abajo, podemos contar cinco dedos, ya que marca ese primer dedo que todo el que tiene perro puede ver, y que pese a que no es funcional en este caso ha dejado impresión en el barro debido a lo forzado de la posición de las extremidades. Igualmente ha dejado impresión del talón de la mano, que generalmente tampoco dejan impresión por estar situados demasiado arriba.

            He visto en algún blog por la red huellas de zorro, en el que las manos han marcado los cinco dedos y el talón, y han sido expuestas como huellas de garduña, y en el caso de las de perro se han confundido con las de nutria. Conviene que veamos la gran distancia entre el grupo de las almohadillas principales y el del primer dedo y del talón, que marcan la diferencia con las de los mustélidos, generalmente más agrupadas.