miércoles, 29 de mayo de 2013

La sorprendente estrategia reproductiva del sapo corredor


Una de las estrategias reproductivas más sorprendente que he visto es la que tiene el sapo corredor (Bufo calamita). Es una estrategia de derroche de energía que vista con nuestra escala temporal parece un suicidio colectivo. Pero es la estrategia que debe de seguir un anfibio que quiera subsistir y conquistar los espacios más secos de nuestra geografía.
Los anfibios, debido a que sus huevos no tienen una cubierta protectora, han de hacer sus puestas en el agua. En los medios secos, aquellos puntos de agua que son capaces de conservarla durante mucho tiempo, son unos lugares donde muchos animales se han de dar cita necesariamente. La competencia en estos medios ha de ser feroz, ya que es el único lugar en mucho espacio a la redonda donde aquellos animales que dependen de ella para reproducirse y vivir pueden hacerlo. Cuando un caminante se aproxima a uno de estos lugares, se da perfecta cuenta de la gran cantidad de libélulas y escarabajos acuáticos que habitan esta agua. Las larvas de estos insectos son tremendos depredadores. Los sapos que habiten estos medios deben de sufrir numerosas bajas en su época larvaria y una brutal competencia por el alimento.
Una de las cosas que llaman la atención del sapo corredor es que la metamorfosis al estado de sapo joven transcurre con gran rapidez, en un mes aproximadamente. La rapidez es una ventaja enorme. En primer lugar, la cantidad de alimento necesario para que un renacuajo de sapo corredor se transforme en un pequeño sapito (del tamaño de la uña del pulgar), es muchísimo menor que la que usa un sapo de espuelas (Pelobates cultripes), que sobrepasa con creces los cuatro meses y se prolonga en ocasiones a la primavera del año siguiente. Esta característica es lo que da una ventaja increíble al sapo corredor para ocupar terrenos extremadamente secos.
Es tan breve el período necesario para completar la metamorfosis del sapo corredor que se puede permitir el lujo de poner sus huevos en aguas cuya presencia es extremadamente breve. Los charcos y zonas anegadas tras las lluvias en los años buenos les brindan un lugar a salvo de los depredadores que viven en las charcas. Tan sólo tiene que aguantar un mes con agua y los sapos podrán completar su metamorfosis. Los renacuajos son tan pequeños que sus necesidades alimenticias también lo son. Una vez el sapo deposita los huevos en el charco, se dispara la cuenta atrás. Hay que desarrollarse en un período breve de tiempo.
Cuando un año es bueno en lluvias y estas se dilatan en el tiempo adecuadamente garantizando que los charcos aguanten, la cantidad de pequeños sapos que consigue llegar a metamorfosearse es astronómica. En su contra, hay años malos en los que la mayor parte de las puestas se malograrán, y los sapos habrán de esperar al año siguiente para probar suerte. Los fondos de los charcos en estos años aparecen como manchas muy extensas de color negro que si miramos con detenimiento nos muestran su naturaleza. Miles de diminutos cuerpos de renacuajos yacen en el fondo de lo que antes fue un charco (foto de la izquierda). El hombre, acostumbrado a la corta visión temporal de los acontecimientos identifica esto como una catástrofe de dimensiones descomunales.
Imagino que las hormigas y pequeños insectos de los que se alimenta el sapo corredor contemplan como una verdadera catástrofe el año en el que millones de sapitos pequeños salen de cada charco que se forma en el monte… no todos los habitantes del planeta observamos los acontecimientos con el mismo cristal.

martes, 21 de mayo de 2013

Los dientes de los ungulados. Cérvidos


Esta nueva entrada sobre los dientes de los mamíferos va a abordar a aquellos que conocemos vulgarmente como herbívoros. También se les denomina ungulados, es decir, que caminan sobre sus uñas
Para separar unos de otros, como hacíamos con los carnívoros, atenderemos a similitudes anatómicas que nos indican a su vez el grado de parentesco. Proceden nuestros herbívoros de dos linajes diferentes. Uno, el orden de los artiodáctilos, en el que se engloban los ciervos, cabras, ovejas, vacas… todos ellos con una característica común. El peso del cuerpo descansa sobre las extremidades pasando por un eje que se situaría entre los dedos III y IV. El número de pezuñas principales que presentan es siempre un número par. El jabalí, también es un artiodáctilo, pero debido a la gran diferencia que muestran sus dientes con el resto, lo hemos tratado antes por separado. El otro orden es el de los perisodáctilos, y en este caso, el peso del cuerpo discurre por un eje que pasaría por el dedo III en ambas extremidades. En nuestro país, sólo quedan como representantes de este orden el caballo y el asno. Antiguamente también estuvo representado este orden por las diversas especies de rinocerontes.
Al tener diferente recorrido evolutivo ambos órdenes, no sólo las extremidades manifiestan considerables diferencias. Ambos órdenes necesitan dar una solución a sus problemas de desgaste dental por las características de sus dietas, pero esta solución se ha obtenido por vías diferentes.
En el caso de los artiodáctilos, hoy nos toca hablar de los cérvidos. Si recordamos la denominación que dábamos a los dientes, sus molares son hipsodontes, o de coronas altas y las coronas son de tipo selenodonte.
En la mandíbula superior, tan sólo existen premolares y molares salvo alguna excepción. En el caso del ciervo común, quedan de forma vestigial  los caninos, con forma redondeada, tanto en hembras como en machos. Algunos ejemplares pueden haberlos perdido.
En el caso de la mandíbula inferior, presentan los tres incisivos y el canino, aunque este tiene aspecto de un incisivo más. Separado por un gran espacio o diastema aparece el grupo masticador cuyos premolares y molares son de diseño parecido.
La fórmula dentaria de los cérvidos de la Península es la que sigue:
Ciervo común (Cervus elaphus) I0/3-C 1/1-PM 3/3-M3/3.
Gamo (Dama dama) I0/3-C0/1-PM3/3-M3/3
Corzo, (Capreolus capreolus) I0/3-C0/1-PM3/3-M3/3 (hembras).
Corzo, (Capreolus capreolus) I0/3-C1/1-PM3/3-M3/3 (machos).
En todos los casos, las hembras no presentan cuernas y los machos sí. Esas cuernas se caen todos los años y se vuelven a generar de nuevo en poco tiempo.

miércoles, 15 de mayo de 2013

La arena nos cuenta todo.


Tengo algunas fotografías de marcas en las dunas del delta del Ebro. La arena es tan fina que ningún animal se puede desplazar por ella sin dejar constancia de su paso. Es por ello, que cuando se ven las dunas, aparecen huellas extrañas que a menudo hay personas que no pueden identificar. En la arena, no se pueden apreciar las almohadillas ni los detalles de las plantas de los pies de los animales, y además como su superficie suele estar dispuesta en pendiente todavía es más difícil la identificación. No obstante, los grupos de huellas típicos nos dan las pistas suficientes para poder identificar algunos de los rastros. He elegido una fotografía en la que aparecen tres rastros diferentes. Uno, el más evidente es el que ha dejado una lagartija al desplazarse corriendo por la superficie. En algunos puntos la cola ha dejado una ligera impresión en el suelo. Es difícil poder hallar este tipo de rastros en cualquier otro sustrato diferente, salvo en el polvo movido de los caminos forestales.
Cruzando de izquierda a derecha obre el rastro dejado por la lagartija, vemos la sinuosa doble línea orlada de puntitos que es el rastro típico que deja el desplazamiento de un escarabajo. Aún podemos identificar otro tipo de rastro que sin duda ha sido dejado por un diminuto ser que se desplaza bajo la arena, pero este no lo tengo fichado. Habrá que esperar a pillarlo “in fraganti” y sacarlo de su mundo subterráneo para poder identificarlo…

martes, 7 de mayo de 2013

La vida de los barrenillos. (Barrenillos III)




Como continuación a la entrada que hacía referencia  a los barrenillos, viene esta que habla de forma muy somera de su vida. La vida de los barrenillos transcurre casi al completo bajo las cortezas de los árboles. Cuando son larvas, la constitución de su cuerpo es un simple “saco” que contiene los órganos y en donde realiza la digestión de las ingentes cantidades de comida (comparándolas con su tamaño), adosado a una cabeza dura a modo de casco y que tiene como función sujetar los músculos que mueven sus potentes mandíbulas. Estas larvas, que pasan el día comiendo, multiplican su tamaño en un período más o menos breve según el tamaño definitivo del insecto adulto. El túnel en el que viven es ensanchado progresivamente al mismo ritmo que crece el cuerpo del animal. La presión del cuerpo contra las paredes del túnel evitan que al morder la larva se desplace hacia atrás cuando cierra la mandíbula, ya que no tiene patas con las que agarrarse a las paredes. Las galerías son excavadas y el material de la excavación es íntegramente consumido por las larvas como alimento. A su vez, las galerías excavadas son rellenadas con los excrementos, de modo que la larva no vive en una galería, sino que su "hogar" es un ajustado habitáculo formado por la madera de la que se alimenta a los lados y al frente, y por los excrementos detrás.
 Este tipo de larvas, si son extraídas de sus ajustados túneles mueren de hambre. Al final de su desarrollo, construyen una cavidad con forma de capullo donde mudan la piel larvaria y la cambian por la de ninfa, cuyo aspecto es como el del adulto pero de color blanco y de textura blanda. Las patas, antenas y alas aparecen en estuches más o menos pegados al cuerpo adoptando el aspecto de una momia.
Cuando el insecto adulto emerge de su envoltura ninfal, construye un conducto por el que sale al exterior. Posteriormente, se alimentará para madurar sexualmente si no lo ha hecho en el interior del tronco donde ha crecido (depende de las especies) y volará hasta un nuevo árbol en el que se reproducirá. 


El insecto adulto, que es un escarabajo, tiene el diseño de una tuneladora en miniatura. Sus mandíbulas son poderosas y se sitúan en una pequeña prolongación de la cabeza, cuya articulación esférica con el cuerpo le permite movimientos hacia arriba, abajo y a los lados. La configuración de su cabeza facilita que cuando va royendo el túnel de sección circular, dicha sección sea de la medida exacta para el insecto. Éste, cuyo cuerpo no se puede expandir como cuando era una larva, se sujeta a las paredes del túnel con sus patas y unos pelos rígidos que se llaman quetas. Tal es la precisión con la que encaja en su galería, que cuando pone los huevos a lo largo de la misma, ha de construir unas pequeñas cavidades para alojarlos y que de este modo no sean arrojados al exterior cuando el insecto saca del árbol el serrín producido en la excavación. Generalmente, es el macho el que está encargado de limpiar la galería de puesta o materna de serrines y excrementos. Esto provoca que en las especies cuyo macho es polígamo, sus élitros tengan una particularidad que le facilite el trabajo adicional de limpieza de las galerías de las diversas hembras, pero esto ya será tema de una próxima entrada.