sábado, 27 de octubre de 2012

El azote de las avispas


            A pesar de la fama que los osos tienen como expoliadores de panales, los tejones no lo son mucho menos. No es raro que en el campo nos topemos con los restos no ya de una colmena sino de un avispero roto por el tejón para alimentarse de las larvas y ninfas de las avispas. Su tupido y característico pelaje lo mantiene a salvo del aguijón de estas, y las tremendas garras de sus manos, similares a las que los osos presentan salvando la distancia de su menor tamaño, convierten a este animal en un especialista. El aspecto del avispero saqueado es el de la foto anterior, y el del agujero de acceso la siguiente fotografía.
            Estos avisperos que el tejón desentierra, no son los pequeños avisperos típicos que todos conocemos, sino que son los grandes avisperos de la avispa común y que cuentan en ocasiones con 9000 individuos. El avispero es construido en el suelo, donde las avispas vacían una gran caverna donde construyes el panal. El conducto que conduce a su interior es del mismo diámetro que el que realizaría un topillo. Del interior emana el zumbido de la actividad de miles de avispas. El número de estas avispas es considerable, por lo que si por error provocamos su ira las consecuencias pueden ser malas.
    

        El avispero que os muestro en esta última fotografía había sido ya abandonado. Fue excavado durante el invierno, pero ese mismo año, durante la primavera hizo que la senda en la que estaba fuese intransitable. Ver a un ratón entrando por el mismo agujero que meses antes era un continuo entrar y salir de avispas me animó a abrir el interior y echar un vistazo. Aquí tenéis lo que reveló el interior. El tamaño de la cavidad podría haber albergado un balón de baloncesto sin problemas, para que os hagáis idea de su tamaño. El avispero, en su origen está suspendido de las paredes, o del techo mejor dicho, y no tocando el fondo como se ve en la foto.


sábado, 20 de octubre de 2012

El científico y la araña.

           
 Un viejo chiste dice lo siguiente…
            Un científico estaba investigando el mundo de las arañas cuando diseñó un experimento. Le quitaba las patas una a una, y llamando a la araña, esta salía de su caja en dirección al científico. Cada vez a la araña le costaba más salir, puesto que tenía menos patas. Cuando el científico quitó la última pata a la araña, esta no acudió a la su llamada, interpretando este resultado del siguiente modo: las arañas, cuando pierden sus patas se vuelven sordas. Con esta historia se pretende ridiculizar el mundo de la ciencia y de cómo los científicos pueden llegar a deducciones absurdas. Pero realmente, no conocemos cual es la trayectoria del científico, y pudiera ser que su comportamiento no fuese tan ridículo como vamos a ver.
            Entre los insectos que conocemos como saltamontes o grillos, cuyo orden  se denomina Orthoptera, se diferencian dos subórdenes, el suborden Ensífera y el suborden Caelífera. En el suborden Ensífera, están comprendidos los grillos y las chicharras o saltamontes de antenas largas y finas, y en el suborden Caelífera los saltamontes de antenas cortas como el Anacridium aegyptium de la derecha.
            Tanto los insectos pertenecientes a un orden como a otro, se relacionan y encuentran pareja generalmente por medio del sonido. Este sonido lo producen o bien frotando unas espinitas especiales presentes en un ala o élitro contra el otro, o bien frotando las espinas de las tibias posteriores contra los élitros. Estas espinas especiales que provocan el chirrido son los órganos de estridulación.
            Lógicamente, si se produce un sonido para atraer a alguien, deben existir también estructuras capaces de recoger las vibraciones que producen estos sonidos para transmitirlas al cerebro y de este modo oírlas. A donde quiero llegar con estas divagaciones, es que si bien los Caelifera poseen estos órganos denominados tímpanos a ambos lados del abdomen, (foto superior) los Ensifera tienen los órganos de recepción del sonido, en las tibias anteriores (foto izquierda). Quizá el científico del chiste, había investigado previamente a los Ensifera, y por esto decidió cortar las patas a la araña.
            Realmente, la entrada sólo pretende contar una curiosidad y proponeos una experiencia naturalística.
            Todavía quedan grillos de la especie Gryllus campestris por nuestras ciudades y pueblos.  Están en época de celo y no son difíciles de ver porque son del tamaño de una cucaracha y negros. Los machos emiten su cri-cri ocultos en alguna grieta, un hueco en el suelo o en las paredes. Las hembras, fácilmente reconocibles por una especie de largo “pincho” que sobresale del abdomen y que es el instrumento con el que coloca los huevos (no pica). Las hembras, cuando escuchan el sonido, intentan localizar al productor del mismo. Para ello, se dirigen hacia el lugar de donde procede el sonido y de cuando en cuando se paran. Giran un poco sobre sí mismas hasta que el sonido llega con igual intensidad a las dos patas delanteras y una vez fijado el rumbo camina otro pequeño trecho para volverse a parar y comprobar que su camino es correcto. Finalmente, la chica encuentra al chico y se introduce en su casa, donde se realizará el acoplamiento.
            Recuerdo relatar este proceso a unos compañeros de trabajo. Estábamos en un pabellón polideportivo, y el macho estaba en una grieta cantando todos los días sin obtener respuesta de nadie. Salí al jardín atrapé una hembra como la de la foto de al lado, y colocada a cierta distancia pudimos comprobar todo el proceso relatado anteriormente. Cada comportamiento de nuestra hembra fue relatado por mí como si de un documental se tratase, y os puedo asegurar que algún compañero encontró la experiencia gratificante. Muchas veces ocurre, que estos procesos, por cotidianos y cercanos no merecen nuestra atención, pero la naturaleza siempre es sorprendente, por cercana y simple que parezca…

lunes, 15 de octubre de 2012

Algunas señales dejadas por los felinos.


            Uno de los rastros que los animales dejan de su presencia son los excrementos. En algunos casos, estos se usan como balizas olorosas del territorio y están colocados en lugares muy expuestos; en otros en cambio, son depositados en lugares apartados o incluso son enterrados. Otro tipo de rastro es el lugar donde traen al mundo a sus crías. Unos hacen verdaderas ciudades subterráneas, otros voluminosos nidos, y como contrapunto, otros no construyen ni cubiles ni nidos. El caso es que de un modo u otro, lo que está bien claro es que las costumbres de los animales son muy variadas.
            Cuando rastreamos la presencia de animales en cualquier medio, no hacemos otra cosa que buscar las señales que indiquen su actividad. Del mismo modo que las costumbres son particulares de cada animal, las distintas señales o su localización también serán particulares de cada animal. Estas señales pues, también serán características de cada animal, y podremos así identificar el autor de cada una.
            Los gatos monteses, pongamos por caso, han de cazar atrapando a sus presas de un salto y sujetándolas con sus afiladas uñas retráctiles. Cualquiera que tenga gato en casa, habrá visto que acostumbran a arañar superficies blandas. El objeto de este comportamiento es retirar la parte distal (la más alejada del cuerpo) de las uñas, más roma y desgastada. El crecimiento de las uñas se realiza en forma de capas, y los gatos pretenden retirar de este modo las partes más viejas y externas dejando al descubierto una capa más interior que es más afilada o puntiaguda. 
            Algunos troncos de madera blanda situados en el interior de los territorios de los gatos pueden presentar las marcas típicas del afilado de las uñas. El aspecto de la pare inferior del tronco usado para afilar las uñas es como el de la foto de la izquierda. Estas marcas llegan hasta unos 70 cm de altura y tienen sentido vertical. En el caso de hallar marcas de hasta 100 cm de altura , habría que pensar en la posibilidad de la presencia de lince.

domingo, 7 de octubre de 2012

El yunque del zorzal


            Ya llegan los días de otoño, y las aves procedentes de Europa llegan a nuestras tierras. Unas de las aves que llegan son los zorzales. A pesar de que haya poblaciones de zorzales residentes, es bien cierto que el número de estas aves aumenta muchísimo.
            De nuevo, en los bosques de las zonas cercanas al agua, ya sea de ríos o de lagunas, volveremos a encontrar los conocidos “yunques del zorzal”. Los yunques del zorzal, no son otra cosa que una piedra, que no destaca por ninguna cualidad especial, pero que es utilizada por los zorzales para romper las conchas de los caracoles una y otra vez. El resultado es que algunas piedras quedan con restos de conchas de caracoles en su entorno, y que llaman la atención de cualquier paseante.


            Existe una especie de caracol cuyos ejemplares tienen un diseño variado. Unos son finamente rayados, otros son lisos y otros con listas gruesas. Su color es amarillento y las rayas de tonos pardos oscuros. Pertenecen al género Cepaea sp, y los zorzales seleccionan a una u otra variedad según sean más o menos visibles con el entorno. Así pues, los diseños lisos predominan en los lechos de hojas secas, y los rayados en entornos herbáceos. Estos hechos no escaparon al atento ojo de Charles Darwin, que advirtió como la selección natural hace predominar a una u otra forma dependiendo del entorno. Como el aspecto del lecho del bosque cambia a lo largo de las estaciones, la abundancia relativa de una u otra forma también lo hace. Una cosa que me llama la atención de estos caracoles es la capacidad de estar activos incluso con temperaturas bajo cero, cuando otros están ocultos bajo tierra.


Para que os sorprendáis tanto como me sorprendí yo, aquí tenéis una foto de un ejemplar “caminando” sobre la nieve de diciembre en los alrededores del pueblo de Piedrafita de Jaca.