viernes, 29 de enero de 2021

La vuelta al campo

 


Por fin he salido al campo. La intervención quirúrgica se ha sumado a las restricciones de circulación y al accidentado 2020 y ahora he podido caminar un poco por ahí aunque haya sido con ayuda de las muletas. He visitado el río de mi localidad, el Gállego. He comprobado lo cambiado que está y lo bien que se están naturalizando las repoblaciones forestales. La ventaja de plantar no sólo especies arbóreas sino bosques a grandes rasgos, poniendo árboles y algunos de los principales arbustos que acompañan a esos árboles, garantizarán que exista la semilla que después distribuirán los animales silvestres. 


El buen criterio de repoblar con bosque xeromediterráneo la zona más alejada del río, donde la capa freática se sitúa demasiado profunda y el soto es inviable, garantizará que las futuras generaciones disfruten de un paraje natural inigualable. En la naturaleza, los ríos rompen la continuidad del bosque "que toca" por climatología, suelo y situación con el bosque galería que acompaña a los cursos fluviales y sus característicos cambios de caudal. En Zaragoza lo que toca es el bosque mediterráneo de pino carrasco (Pinus halepensis) con sabina albar (Juniperus thurifera)  y carrasca (Quercus ilex). El efecto es una naturalización increíble con el río que discurre ahora encajado en su cauce de estío orlado de bosques galería por ambas orillas, en aquellos lugares donde es posible y el río permite. Un bosque xeromediterráneo lo protege en las partes más exteriores como las cáscaras protegen a las semillas de la pérdida de humedad. Parará los  vientos y creará un microclima diferente al desnudo suelo de gravas que quedó tras la brutal explotación de las mismas que alcanzó una tremenda virulencia hace 40 años. Es un disparate el número de conejos que hay allí, pero con el tiempo los depredadores podrán darse vida y circular por este corredor natural que conecta el llano de Zargoza y la montaña del Pirineo como una gran autopista palpitante. Zorros, tejones, ginetas y garduñas son los mamíferos que aprovechan este recurso abundante del conejo, y los ratoneros, milanos o el azor las aves rapaces que viven a expensas de esta población, si bien un colega ya me ha informado que el águila real realiza vuelos de caza con cierta frecuencia. No he encontrado indicios de búho real pero seguramente se puedan ver individuos en dispersión que se escondan en algún pino de los que ya van teniendo un tamaño considerable. 

Frecuentes ya para quien se acostumbre a observar las señales de los animales, son las roeduras de los castores en los árboles de lo que ya vamos a llamar directamente soto, como bosque de ribera que es aunque no abunden los árboles maduros. Encabeza esta entrada la foto de un árbol cuyo tronco ha sido roído completamente por el castor con el fin de hacerlo caer y poder acceder a las ramas finas y la corteza de las ramas menos gruesas de las que se alimenta. Ahora sin hojas, se advierte en uno de los chopos (Populus nigra) lo que seguramente es un nido de azor situado en la horquilla central del árbol y bastante voluminoso.


No provoca daños considerables el castor. Si bien es cierto que “tala” bastantes árboles, éstos no necesariamente mueren, sino que vuelven a brotar a partir de la zona roída continuando con la función protectora que los árboles hacen en las orillas. Es más, al ser árboles que adquirirán un porte más arbustivo y cuyas ramas parten desde el mismo suelo en ocasiones, contribuirán a frenar la violencia de las avenidas y la favorecer la sedimentación de elementos más finos. A la izquierda podemos ver árboles que fueron roídos por el castor hace unos meses y cómo el árbol cicatriza la herida creciendo de nuevo a partir del corte. 


Una de las cosas que mejor he visto es el efecto de las repoblaciones sobre el río. Para quienes visitábamos el río con cierta frecuencia, una cosa que no nos pasaba desapercibida era el aspecto general. Sin árboles, el suelo estaba desnudo y estaba compuesto de forma exclusiva de gravas de distintos grosores. Ahora el río en su discurrir entre los árboles del bosque cuando viene crecido, no arrastra tan sólo gravas, sino que se está formando suelo, apareciendo lechos de arenas y finos que cubren las gravas y donde pueden arraigar otro tipo de plantas. La mayor lentitud de las corrientes durante las avenidas que se ven frenadas por la vegetación tienen un efecto que sin duda es positivo. No recuerdo estas formaciones de suelos tan diferentes a las gravas en esta parte del río. El aspecto que muestra es la de un río vivo, con riberas vivas, algo impensable para quien siendo un adolescente vio como desaparecían los últimos chopos, de pequeño porte ya, bajo los cuales íbamos a merendar alguna vez.  A la derecha vemos dos troncos roídos por el castor y como los árboles están rodeados por suelos cubiertos de arena, no sólo de gravas.


lunes, 4 de enero de 2021

Cicatrizando las heridas

   


 
Las ramas y los troncos de las plantas leñosas están cubiertos de una corteza que las protege de la desecación y bajo la cual late la vida. Del mismo modo que nosotros estamos cubiertos de una piel que aísla el interior del cuerpo del exterior y nos protege de las infecciones, la corteza de nuestros árboles y arbustos cumple esta misma misión. Bajo la corteza y justo sobre la capa de madera formada el año anterior, aparece una capa que llamamos floema y que es la parte que está en crecimiento y por donde circula la savia. El floema es la parte que crece cada año formando un nuevo anillo. Esta forma de crecer formando cada año un nuevo anillo a lo largo de todo el arbol, tiene el mismo efecto que vemos en esas muñecas rusas en las que una encaja dentro de la otra. Los árboles son algo así como gigantescas matriuskas en las que un nuevo árbol crece por encima del árbol del año anterior. Ese otro árbol queda atrapado dentro cada año y el proceso se registra en  el anillo de crecimiento nuevo formado en la primavera y el del otoño de cada año..

    Del mismo modo que nos ocurre a nosotros, los árboles sufren accidentes que rompen esa "piel" dejando al descubierto la madera interior. Esto supone un peligro, ya que expone el interior del árbol, lo que llamamos madera, a la acción de hongos e insectos que normalmente no pueden acceder a ella al estar protegida por la corteza y los elementos químicos para la defensa ante las agresiones que posee la savia. Estos accidentes que exponen la madera son provocados por fenómenos atmosféricos como acumulación de nieve o vientos que tronchan las ramas, por acción de los seres vivos, avalanchas, riadas, etc. En el caso de nuestro aliso (Alnus glutinosa), no sabemos que produjo la brutal herida que presenta. Pudo ser un desgarro producido por una rama que desgajó el viento o un corte de rama mal hecho que arrastró parte del tronco en su caída provocando la herida a lo largo del mismo.

  


   Desde que compramos la casa, hemos cuidado el aliso, regándolo y aportando abono foliar para fortalecerlo y facilitar el cierre de la herida con el fin de que el interior de la madera quede protegido. En la foto que encabeza la entrada, se aprecia la herida vertical que parte desde una rama cortada a más de dos metros de altura casi hasta el suelo. El crecimiento del árbol en diámetro provoca que poco a poco el callo que se forma en los bordes de la herida vaya cerrándola de forma paulatina. En la foto de detalle de la derecha, se aprecian los bordes redondeados del callo en crecimiento a ambos lados de la herida y una zona en la que ambos lados del callo han entrado en contacto empezando a cerrarla. Este contacto no implica que los anillos de crecimiento se hayan fusionado cerrando el anillo de crecimiento a lo largo del perímetro del árbol, cosa que veremos en detalle en las siguientes fotografías.

  


  Para ver que ocurre dentro del árbol cuando se cicatriza, podemos observar a la izquierda la foto de  una rodaja de sabina albar (Juniperus thurifera) en la que apreciamos una herida similar y los bordes redondeados del callo que se aproximan el uno al otro año tras año lentamente. Vemos que sus anillos de crecimiento quedan interrumpidos en la zona de la herida y que la aproximación y engrose del callo se produce cuando se añade un anillo de crecimiento sobre otro al cabo de varios años. En este caso comprobamos como cuando el callo formado a ambos lados de la herida entre en contacto, quedaran restos de corteza incluidos en un hueco formado en la madera. En el caso que veremos más adelante, en el hueco formado de esta misma forma en un pino carrasco, pude extraer restos de insectos que quedaron incluídos en la resina que el pino expulsó para defenderse de su ataque sesenta años antes de que yo puliera la rodaja del pino.



Para que podamos ver lo que ocurre con posterioridad, tenemos a la derecha una foto de  parte de la  rodaja de otro árbol, en este caso de un pino carrasco (Pinus halepensis) en la que apreciamos la curación de dos heridas en sentido también longitudinal producidas por la acción de un insecto perforador (Tomicus piniperda). Vemos que para que el callo entre en contacto, pasan algunos años. Transcurrieron unos veinte años hasta que se curó la herida que vemos en el centro de la foto y quizá unos 15 años hasta que curó la de más abajo. En una tercera herida que vemos en la parte superior de la foto, comprobamos que no llegó a sanar pese a que transcurrieron 60 años desde que se produjo la herida hasta la muerte del árbol. En este caso se formó callo pero la corteza incluída nunca permitió la fusión entre ambas partes de la herida.