viernes, 25 de diciembre de 2015

El "Día del Apaleamiento", o comienzo de la temporada de poda.

Recuerdo un capítulo de Los Simpsons titulado como esta entrada. Se trataba de una antigua tradición en Springfield que se basaba en apalear a cualquier serpiente que se encontrase. Todo el pueblo participaba en dicho festival.




En muchos jardines de España, se acerca una época terrible. La tradición del invierno es proceder a la “poda”. En muchos casos, la llamada poda se trata de cometer actos de salvajismo sobre los árboles despojándolos de todas sus ramas, dejándolos desmochados como estos que vemos a la izquierda.







Existe otra variedad no menos agresiva que es el terciado del árbol dejándolo desprovisto de la práctica totalidad de las ramas pero respetando alguna más que en el desmoche.  A la derecha vemos el antes y el después de un pobre olivo. Es imposible intuir el porqué de semejante atentado.Estos actos son cometidos por aquellos que “se atreven” a podar, o por aquellos que sostienen que un árbol sin podar muere. Incluso hay empresas de jardinería donde se ordenan las podas por los encargados sin haber recibido ni la más mínima formación y son obedecidos  por sus empleados por respeto jerárquico. En algunos  parques, incluso son algunos ciudadanos quienes destruyen los árboles si no ven que los árboles se han podado o si el criterio seguido en la poda no les parece adecuado.


Los árboles así maltratados, presentan tremendas heridas que exponen la madera interior del árbol al exterior. Además, en muchas ocasiones se cortan las ramas a cierta distancia del tronco haciendo que la herida se cicatrice defectuosamente. Esta zona, no llega a cerrarse, y el corazón interior del árbol será colonizado por hongos, insectos, humedad y agua que se cuela en las lluvias. Cuando una rama se parte o se corta y esta no es muy grande, genera una herida pequeña que el árbol cerrará de forma natural en el transcurso de pocos años.Cuanto más grande y peor hecha sea la herida, más años tarda en cicatrizar. A la izquierda vemos como se forma un callo alrededor de la rama que poco a poco cerrará la herida.



Al proceder de forma salvaje en la poda, el árbol se ve sometido a un estrés considerable. Al comienzo de la primavera, se encuentra con que dispone de una gran cantidad de raíces que le permiten captar agua y sales minerales, pero no dispone de yemas de las que broten las hojas que le permitirán sintetizar su alimento. Para intentar solventar cuanto antes este grave problema ha de poner en marcha su mecanismo de emergencia. Todas las yemas durmientes en las axilas de las ramas amputadas o bajo la corteza del tronco, han de brotar con gran fuerza generando no sólo las hojas, sino las propias ramas que han de sustentarlas debido a que estas han sido cortadas. Este esfuerzo tremendo tiene graves costos para el árbol, que invierte todo su esfuerzo en reparar los daños ocasionados y por ello queda sin floración ni fructificación. Al final del otoño, la masa de hojas ya ha sido recuperada, y la superficie de hojas capaz de producir alimento ya ha sido repuesta. El árbol ha perdido un año de su vida y ha sufrido múltiples heridas. Si la agresión cesase, al año siguiente, el árbol podría alimentarse bien desde el mismo comienzo de la primavera, pues muchas yemas dejarán brotar hojas nuevas y podrá incluso permitirse la floración y fructificación. Generalmente no es así, y en el invierno siguiente vuelve a sufrir el apaleamiento particular al que se somete a muchos árboles. Ésta situación anómala en la vida de un árbol, desemboca en la decrepitud prematura y en el lamentable aspecto que presentan algunos árboles. La lucha por la existencia hace que el árbol viva quizá cincuenta años como mucho, una mera sombra de su longevidad, pero aún así un milagro considerando el tamaño de las agresiones.



No sólo es malo para el árbol. Las nuevas ramas de “emergencia” son largas y gruesas y se sujetan al árbol únicamente por la corteza, que es el sitio por el que se alimentan y desde el que crecen a partir de una yema (ramas epicórmicas).  El viento pone en riesgo a aquellas personas que se ponen bajo el árbol, pues estas ramas se desprenden con mayor facilidad. Si consideramos también la pudrición  producida a partir de las heridas de las ramas mayores o principales, nos encontramos que la irresponsabilidad de aquellos que se ponen a cortar ramas a lo loco pone en riesgo a los demás ciudadanos.






A la izquierda, se ve la diferencia entre dos árboles de la misma especie (Platanus x hispanica) cuyo mantenimiento anual ha sido diferente.
El ejemplar de la derecha sufre cada año un desmochado, de modo que las ramas principales son desprovistas de todos los brotes del año. Podemos advertir que la cantidad de hojas es muy pequeña para el tamaño del árbol, que sin duda también tendrá un sistema radicular pobre, ya que la parte aérea y la subterránea han de estar en equilibrio, pues las hojas han de poder procesar las sustancias minerales absorbidas por las raíces. No tiene sentido un gran sistema radicular si las substancias absorbidas no se pueden procesar.
El ejemplar de la izquierda de la foto en cambio, a pesar de que habrá sido podado en su juventud para dejar la parte baja del tallo libre de ramas, podemos ver como tiene porte típico de árbol, con su guía principal, un tronco bien definido y una gran superficie foliar, lo que sin duda significa que también tendrá un buen sistema radicular.

viernes, 11 de diciembre de 2015

Museo de Ciencias Naturales de la Universidad de Zaragoza

                 
                       
                  Hoy es un día especial. Hoy, a las 12:00 se ha inaugurado el Museo de Ciencias Naturales en Zaragoza. Ni recuerdo ya cuanto hace que fui a verlo antes de que lo cerraran. Pero tengo en mi mente grabado aporximadamente el año. Fui con mi hijo mayor para catalogar alguno de los animales de la colección. Entonces era mi único hijo y no tendría más de cuatro o cinco años. 1998. Pasó una tarde haciendo de Guía del Museo para algunos de los visitantes del mismo mientras yo sacaba y tenía el privilegio de poder manipular aquellos especímenes que databan de mediados del siglo XIX. Todavía lo recuerdo explicándole a un señor el canto de la abubilla (bu, bu, bu) y el de mochelo (mochuelo, miau, miau...). Cuanto hemos crecido.
                  Aún recuerdo otra visita, pero esta ya fue en solitario. Se preparaba una exposición sobre el Ebro y había que seleccionar algunos especímenes. El estado de los mismos y la calidad de la taxidermia, hacían que pudiese colarse algún espécimen alóctono. Los nombres científicos de aquellos años muchas veces no coinciden con los actuales, y la mano de un naturalista puede ser útil al científico en algunas de éstas labores. Bajamos al sótano y casi sufro una depresión. El almacén, con charcos, falta de algún cristal de los tragaluces que daban a la calle, y un gato que se movía asustado entre los especímenes que se acumulaban en una estancia lúgubre y oscura...



                  Hoy hemos vuelto a bajar al sótano pero ha sido para conocer el museo. Ha sido muy emocionante para mí. He sentido la misma sensación que tuve al ver el Museo de Anatomía Comparada de París . No por que fuesen comparables en cuanto a extensión o especímenes expuestos, sino por que ha sido una de mis ilusiones que la ciudad donde vivo albergarse un museo de estas características. Y he de decir que me ha gustado. Hoy en día los museos provocan sensaciones agridulces a quien los visita, pues acaban siendo lugares muy diáfanos, con pocas cosas. Me ocurrió esto en el Museo de la Evolución Humana en Burgos. Esperaba muchas más piezas. Lo que más me gustó fue el espacio donde se recreaba el Beagle. Quizá por que no me lo esperaba, y me interesa la figura de Darwin. Demasiado espacio libre. Eso es para los parques. En los museos hay que mostrar cosas. Y aquí se muestran cosas. Y tiene ánimo de crecer, pues falta todavía una sala dedicada a Odón de Buen que estoy imapciente por ver. No obstante, necesitaré varias horas para verlo mejor. Es un lujo que me puedo permitir en Zaragoza. En Paris no iba solo y menos mal... ¡quizá estaría todavía allí entre huesos y fósiles!

                 Tampoco es un museo a la antigua usanza. Había más material fósil expuesto en la antigua sala Lucas Mallada. También había más material en la antigua sala Longinos Navás. Pero lo expuesto lo está dignamente. Me gustan las vitrinas de madera que recuerdan a los viejos museos.  Tiene luz suficiente, cosa que debe de ser un lujo a juzgar por las tendencias en algunos museos. Voy a volver a Dinopolis en breve y me gustaría que hubiese alguna "bombilla" más que la otra vez que estuve...

                 Sí que se podrán seguir contemplando algunas "estrellas" como el cocodrilo fósil de Ricla, las ranas de Libros y el ave del paraíso, a las que se añaden otras como un cráneo de toro y un pequeño dinosaurio completo.

                 Personalmente, me alegro de que se hayan expuesto unas piezas a las que les tengo un cariño especial, no por su calidad y parecido con el animal en vivo, sino por la anécdota. Y os la voy a contar. Las cosas compartidas hacen un mayor provecho.

                  Se trata de dos ejemplares de águila real (Aquila chrysaetos). Uno de ellos con un zorro en las garras. Me preguntaba Jesus Ignacio Lorenzo Lizalde, que entonces hacía permanencias en la sala Longinos Navás, que si sabía a que especie pertenecían esas águilas. Bajo ellas un cartel decía (Falco alba). Le dije que me parecían interesantísimas esas piezas, precisamente por ese cartel. Cuando el naturalista Longinos Navás las clasificó así, lo hizo sin saber la controversia que habría con esta especie en el futuro. Y el caso es que aun que me maten no recuerdo donde obtuve esa información...

                 Linneo, inventor de la nomenclatura científica que usamos en la actualidad, clasificó muchos animales. Algunos de ellos le eran traídos por personas que le conocían. Nunca vio un nido de águila real. Tanto era así que clasificó al águila real con plumaje de adulto como Falco chrysaetos, que publicó en 1756, pero cuando recibió un águila joven, de tonos más negruzcos y manchas blancas muy conspicuas en cola y alas, la deniminó Falco alba, ya que atribuyó ese ejemplar a una especie diferente. Ese era el motivo de que no encontrasen referencia alguna a un ave rapaz que se correspondiese con el nombre científico de Falco alba.

                Pues aquí estan esas Falco alba, surcando los aires de este nuevo museo al que espero el futuro sólo le reserve ampliación y crecimiento en medios materiales y humanos. Y sobre todo, le deseo lo mejor a  Ignacio Canudo Sanagustín, un director de museo de enorme talla científica que sin duda elevará la categoría de este museo que hoy se inaugura.

Feliz singladura por los mares de la ciencia....