domingo, 23 de enero de 2022

El ciclo de la vida II. El primer eslabón, los productores



 Esta será la segunda entrada del ciclo de la vida. En la primera, hicimos un recorrido histórico que nos situaba en la época actual tras recordar de dónde procede el suelo que pisamos y que es sobre el que van a vivir los seres vivos. La composición del suelo, la temperatura y la humedad son las condiciones no bióticas, es decir, las que no están relacionadas con la vida que dibujan el marco en el que se desarrolla la vida. Desde el momento en el que un sólo ser vivo comienza a colonizar el suelo, estas condiciones, que pueden ser aparentemente idénticas a una zona más o menos extensa, ya se modifican.

Bajo el suelo aparentemente uniforme, la mayor o menor abundancia de piedra en el subsuelo ya marca una diferencia. Un suelo más o menos arenoso hace que la misma cantidad de precipitación pueda ser retenida mejor o peor bajo el suelo. De este modo, tanto las plantas que se desarrollen el él como los seres que viven bajo la superficie, van a ser condicionados en su desarrollo. Es por ello que en superficies relativamente pequeñas se advierten sitios mejores que otros. Tanto que las plantas que crecen sobre él pueden mostrar grandísimas diferencias en el crecimiento.  

Para hacer más gráfico el "ciclo de la vida" vamos ha hacer un relato en forma de circuito, aunque realmente las cosas son más complicadas. El primer paso en este ciclo sería el de la producción de vida. Ese paso tan sólo lo pueden realizar los seres fotosintéticos o autótrofos. Son capaces de producir materia viva, que son sus propios cuerpos, a partir de sustancias minerales que extraen del suelo diluidas en agua. En este caso, hablamos de un árbol o arbusto leñoso. Existen no obstante, bacterias que realizan también fotosíntesis con gases distintos al CO2.

Las raíces del árbol tienen una configuración especial  que les permite captar agua de su entorno. Pese a que poseen unas estructuras que se llaman pelillos absorbentes, el agua no es sorbida como nosotros hacemos con la bebida por medio de una pajita. Más bien, la "piel" que recubre estos pelillos absorbentes es tan fina, que el agua puede entrar en su interior fácilmente, sin necesidad de ningún tipo de absorción activa. Son las características propias del estado del agua las que le imprimen la posibilidad de ascender a lo largo del tallo de la planta fluyendo de un lugar a otro, tanto por principio de capilaridad como por otros procesos más complicados. Basta ver como un terrón de azúcar colocado sobre una cucharilla "sorbe" el café de la misma impregnando el terrón al completo, como el agua derramada es "sorbida" por la finas fibras de los flecos de una fregona o un bayeta o como se empapa un montón de serrín colocado sobre un charco.

A través de este y otros mecanismos, el agua, que contiene diluidas sustancias minerales que se encuentran en el suelo, asciende por los vasos leñosos (una especie de venas) hasta las hojas. Esta proeza que se realiza a diario es de una magnitud brutal. Basta con apuntar una manguera hacia el cielo y ver que altura alcanza el agua antes de caer atraída por la fuerza de la gravedad y pensar el inmenso recorrido que realiza el agua desde el suelo hasta la copa de árboles cuyo tamaño puede ser de decenas de metros. Las hojas de la copa de algunos árboles están tan altas que no pueden ser alcanzadas con las potentes mangueras de los bomberos sin la ayuda de las bombas de camiones especiales. dotados con altísimas escaleras.

Cuando el agua con las sustancias minerales disueltas se encuentra en las hojas, se produce una reacción química que es la que sustenta casi toda la vida en el planeta y permite su existencia. Lo que denominamos fotosíntesis. La luz del sol, que es una forma de energía, en presencia de las sustancias minerales que porta el agua, el CO2 atmosférico y el mediador que es la clorofila contenida en las hojas, transforma las sustancias minerales del suelo en azúcares y otros compuestos necesarios para la subsistencia de las plantas.  Con ellos, la planta forma las células de su cuerpo que contienen la celulosa que les da la resistencia. En este proceso, la planta se queda con el carbono del CO2 y expulsa como desecho el oxígeno. 

El oxígeno aportado a la atmósfera, es en su mayoría producido por las algas microscópicas que viven en la superficie del mar. A pesar que son imperceptibles a  nuestra vista, constituyen la mayor cantidad de la vida vegetal en el planeta. Si los mayores "bosques" del planeta están formados por una cantidad astronómica de algas diminutas que conocemos como fitoplancton, las mayores manadas de herbívoros también se encuentran en el mar y son también de reducidas dimensiones, siendo animales marinos diminutos o larvas de especies mayores las que constituyen la mayor parte del zooplancton.

En el bosque-jardin, hemos plantado cerca de 100 especies diferentes de árboles y arbustos, la mayor parte de ellos autóctonos del valle del Ebro donde habitamos. Pese a que los primeros fueron plantados en abril de 2016, foto de arriba, ya vemos los primeros arbustos que las aves van "sembrando" cuando dejan caer las semillas contenidas en sus excrementos cuando se posan en los árboles. Si no segáramos la hierba por medios mecánicos, el lugar empezará a ser impenetrable ya que los árboles, principalmente los chopos (Populus alba y Populus nigra) se extienden sacando brotes desde sus extensas raíces con el objeto de colonizar la mayor superficie de suelo posible. En la naturaleza, este trabajo lo realizan los herbívoros salvajes de diferentes tamaños, repartíendose por todo el ecosistema. Los lobos, ingenieros del paisaje, mantienen a los herbívoros en movimiento evitando que la presión sobre los vegetales arrasen con los bosques, que es lo que ocurre cuando se eliminan unos y otros, se sustituyen por ganado y se supera el número de animales por superficie.



El bosque-jardin, realmente tiene de bosque las especies arbóreas y arbustivas, pero es más jardín que bosque, pues necesita de nuestro manejo para mantener su aspecto. El mes de confinamiento de 2020, provocó un cambio en la vegetación herbácea que se mantiene hasta el día de hoy. Una proliferación brutal de gramíneas que crecieron muy altas y que desplazaron a otras especies que no alcanzan tal tamaño. Cada vez que segamos la hierba, segamos una pradera diferente. Percibimos como las raíces de los árboles asoman más en la superficie, como van avanzando las poblaciones de unas especies y disminuyen otras, como se adaptan a la altura de la siega floreciendo más abajo, como avanzan los brotes de los árboles y arbustos intentando acaparar mayor espacio... Poco a poco, la vida se abre camino En la foto, aspecto en mayo de 2020. Y primero van las plantas, que producen la vida que sustentará al resto de seres vivos que necesitan consumir materia viva para crecer y reproducirse. Pero esos, los que se nutren de los vegetales, serán motivo de una nueva entrada. La de los consumidores primarios o herbívoros.