sábado, 2 de septiembre de 2023

Intentando llegar a la sostenibilidad

En el continente africano, existen unas aves que se conocen como pájaros indicadores. El nombre se les atribuye debido a su comportamiento. Cuando advierte la presencia de seres humanos o animales que son capaces de abrir una colmena, emite un canto especial que llama la atención de la especie a la que quiere dirigir a la colmena. El pájaro puede ser atraído igualmente por la una persona emitiendo una llamada especial. El pájaro, cuando obtiene la atención de quien debe abrir el panal, se va colocando en un lugar desde el que se le ve bien y se posa en silencio cuando llega a las proximidades de la colmena. Entonces, la especie elegida, procede a eventrar la colmena y cuando esta ha terminado, el pájaro indicador aprovecha los restos. En algunas poblaciones humanas (según veíamos en un documental de David Attemborough, “La vida a prueba”, en el capítulo “Viviendo juntos”), la costumbre es colocar un fragmento de panal en lo alto de una lanza para que el pájaro indicador pueda alimentarse con la miel sin dificultad. Creen algunas personas que de no hacerlo así, el pájaro indicador podría enfadarse y un día conducirlos hacia un león o una serpiente venenosa en vez de a un panal. En la parte superior vemos un pájaro indicador de la mano de una persona que trabaja en el proyecto SEGO, de la Universidad de Cape Town. La foto es del del Dr. Dominic Cram, de la U. Cambridge. En este proyecto se estudian las reacciones entre ambas especies contando con la ayuda local

En mi bosque-jardín, también pretendo, como aquellos pueblos africanos, colocar los restos de un panal para beneficio de los colaboradores. No es el caso de mis colaboradores tan gráfico como el del pájaro indicador,  pero tal y como yo lo veo, no deja de ser una colaboración. Es imposible luchar contra los daños que puedan provocar los insectos en todos los árboles y plantas del bosque-jardin. Los árboles alcanzan unas dimensiones muy altas, existen muchos ejemplares tanto de árboles como de arbustos y es una labor que no se puede realizar sin una agresión al medio que sea asumible ni razonable. "Mi fragmento de panal colocado sobre una lanza", es lo que os voy a detallar. La lanza, es simplemente la ausencia de tratamiento químico agresivo. Los pulgones que inundan las plantas en el comienzo de la primavera, provocan la marchitez de las extremidades de las ramas de los árboles, sus partes más tiernas, y cubren muchas hojas por la parte del envés. Así mismo, los hongos aparecen provocando las típicas  abolladuras en las hojas en los frutales, pero también en chopos, fresnos o cualquier otro árbol. Así llegamos todos años a finales de mayo, cuando el aspecto de los frutales preocupa por la cantidad de pulgones que hay sobre ellos. Tenemos que hacer una reflexión, y considerar quizá ese sea el aspecto normal de un árbol frutal a finales de mayo, y que el aspecto "sano" de un árbol fumigado limpio e impoluto es el aspecto que debería de preocuparnos ya que no es el normal. Durante la primera semana de junio y los primeros días tras ella, se produce una explosión brutal de la población de insectos depredadores  como los escarabajos coraceros (Rhagonycha fulva)  que ilustran la foto. Ellos hacen, de forma invariable, que a lo largo del resto del año, no se vuelva a producir una situación de presencia de pulgones que se pueda advertir sin una búsqueda activa. Los topillos no son un problema, pues los controlan las aves, aunque no vendría mal alguna serpiente. Las esperamos. Los sapos se encargan de los bichos del huerto, que son apoyados por las ranas cuando se riega y salen de excursión desde el estanque

Los pulgones son mi pedazo de panal colocado sobre la lanza de la ausencia de tratamiento. Así los depredadores, que llegan a los lugares en los que un tratamiento químico no  llega, pueden garantizar su reproducción y multiplicación completando su ciclo vital. El tratamiento químico es como un botón de "reset" que devuelve constantemente la población de insectos al inicio del ciclo que empezaron en primavera. Al trastocar los tiempos, cuando llegan en masa los depredadores se encuentran con que no existe la cantidad de comida esperada y ya no se desarrolla con normalidad el resto del proceso. Nunca los depredadores pueden alcanzar su número óptimo porque no dejamos acabar el proceso anterior, que nunca puede ser el de la muerte del árbol, ya que supondría el fin. Por eso las personas que tratan con insecticidas, ya sean químicos o naturales, continúan realizando tratamientos contra pulgones cuando en mi bosque-jardín ya no quedan.

Los insectos que someten a las plantas a esta situación de estrés, producen de hecho una selección de las más resistentes que yo no puedo hacer. Así pues, aquellos árboles o arbustos que llegan a un determinado tamaño, ya han superado las pruebas necesarias que los cualifican como aptos para poder permanecer en el bosque-jardín sin necesitar más tratamientos. Después vendrán otros insectos que decidirán cuales de las frutas son razonables y cuales no. Determinadas frutas, se desarrollan en nuestros huertos porque son fuente de atenciones y cuidados excesivos por parte de los hortelanos. Cuando es necesario realizar tratamiento tras tratamiento insecticida para poder coger fruta, quizá lo que nos están indicando los insectos es que es mejor optar por una fruta diferente. Así pues, podemos afirmar sin error, que el bosque-jardin es un buen sitio para poder obtener, además de los productos hortícolas tradicionales, frutas como los nísperos, higos, alberjes (albaricoques), ciruelas y abugos (peretes).  Todos los anteriores se pueden recoger sin miedo a que existan pérdidas de frutos por ataque de insectos o aves.  

Además de los indicados,  tenemos otros frutales como los paraguayos, melocotones, manzanas y peras que sufren una gran incidencia de colonización por insectos que consumen fruta, aunque de momento y con árboles pequeños, no podemos presumir que la situación es la "normal". De momento, se pueden recoger los que somos capaces de consumir en conserva, otros en crudo y no es traumático para nosotros que una gran parte queden en el árbol para consumo de la fauna y para que vuelvan a la tierra formando parte el ciclo de la descomposición de la materia orgánica que garantiza la conservación del suelo.  Iremos viendo si es posible consumirlos o simplemente quedarán como testigos de aquello que se mantiene únicamente como otro árbol ornamental más, que además aporta alimento a una legión de insectos, aves y pequeños mamíferos. Hemos de considerar que la pérdida de las variedades locales y el cultivo de otras "estándard" que son reproducidas en viveros cuyo lugar de origen y plantas madre no conocemos, habrá trastocado la relación entre los insectos y los árboles, y eso, sin tener en cuanta de los "rotos" que haya podido producir el hecho de instaurar monocultivos forrajeros a diestro y siniestro con sus correspondientes aplicaciones insecticidas. 

Como vemos pues, en el bosque-jardín, dejamos como en una especie de pequeña ofrenda parte de la producción. La propia evolución de los seres vivos, facilita el hecho de que cualquier ser vivo que capta la energía vital  necesaria mediante el consumo de otros, invierta en ello a su vez, la menor cantidad de energía en conseguirlo. El planteamiento pues, es que los insectos que comen fruta lo hagan, pero a su vez, nosotros podamos elegir una fruta que a ellos les resulte menos interesante, de modo que sobre aquellas especies más sensibles se produzca la suficiente cantidad de insectos frugívoros como para que se mantenga a su vez la población suficiente de insectos cazadores que controle a las poblaciones de insectos antes de que consuman "nuestras" frutas... 

La dinámica de las poblaciones de los seres vivos que veo en el bosque-jardín es cambiante. Es un mundo de desastres continuos. Picos de poblaciones de diferentes seres vivos que cambian a lo largo del tiempo y que sin suponer un desastre claro y perceptible, forman eso que en la naturaleza llamamos "equilibrio", pero que en realidad es un proceso de pequeñas catástrofes encadenadas. La paciencia y la observación es el principal ingrediente para calmar los nervios o el miedo a perderlo todo. La primera catástrofe vino de la mano de las poblaciones de típula, http://elgrumetedelbeagle.blogspot.com/2021/11/las-tipulas-en-el-bosque-jardin.html que alcanzaron números astronómicos, pero que no se percibieron hasta la mortandad masiva de la larvas por ahogamiento que vino tras la presencia de cientos de adultos que se veían cuando se cortaba la hierba. Otro desastre vino con la pandemia de 2020, en la que la imposibilidad de cortar la hierba con el turno establecido, provocó el crecimiento de las gramíneas provocando la desaparición de la mayoría de plantas con flor, como vemos en la foto de la izquierda. Un corte periódico y el aumento de la altura del mismo, nos ha permitido aumentar la diversidad de las plantas con flores aptas para los polinizadores y el aumento de la población de saltamontes, que es el ganado en miniatura más perceptible, a pesar de formar parte de un ejército de herbívoros en nuestro Masai-Mara en miniatura, formado por orugas de polillas o mariposas y larvas fitófagas de otros insectos.

La agricultura es un proceso extractivo. Y necesario. Pero como cualquier otro proceso extractivo, por ejemplo la minería, o la ganadería, se tiende a agotar el recurso. La tierra tiene una cantidad determinada de elementos minerales en su composición. Las plantas, extraen esos elementos y con ellos forman sus estructuras, tallo, hojas, flores, etc. La agricultura, al igual que la ganadería, es el proceso que nos alimenta desde que dejamos de ser cazadores-recolectores. Los productos de estas actividades extraen nutrientes del suelo que viajan lejos del lugar de producción, creando un déficit de los mismos. La ganadería, es un complemento necesario de la agricultura, pues las excretas de los animales retornan a la tierra en forma de estiércol que es procesado rápidamente por los descomponedores como el escarabajo estercolero de la foto, o los microorganismos del suelo. El estiércol, caso de aportarse, debe ser transportado desde otros lugares, pues la agricultura de producción, es capaz de extraer más minerales del suelo de los que aportan los animales que puedan pastar estas tierras. Hace varias décadas, el Ayuntamiento de Zaragoza vendía fertilizante, que sería en parte el resultado de la degradación de los residuos urbanos, pues se encontraba alguna moneda que iba mezclada con el mismo. La cabaña ganadera ya no daba a basto a reponer lo que salía del suelo de la huerta. Y esto era con la agricultura y ganadería tradicional, que eran mucho menos agresivas con el medio que la actual. Hoy la ganadería es industrial, y pese a que produce por sí misma una gran cantidad de nitrógeno que podría fertilizar las tierras, ni siquiera las excretas animales son como las de antaño. Los fármacos utilizados por la ganadería moderna, pueden tener un efecto nefasto sobre aquellos seres encargados de degradar y enterrar los excrementos animales, haciendo que un abonado tradicional con estiércol no sea como era antaño. 

Con objeto de intentar alargar los recursos en nuestro bosque-jardin, solo tomamos del huerto lo necesario, dejando allí lo que sobra, tanto en verdura como en fruta. No importa que crezca la hierba, lo importante es que la hierba que ha crecido quede en el sitio para que los nutrientes extraídos no vayan a otro lugar. La hierba es cortada y se queda en el suelo, formando una capa orgánica que protege de la desecación al suelo y evita el empobrecimiento del mismo. Aún así, el bosque-jardin es un suelo que proviene de siglos de agricultura y la reestructuración del suelo no se puede hacer "en un rato. Al principio los arboles y arbustos tuvieron que ser apoyados con abono de síntesis química, además de ser aportado con cierta regularidad el estiércol de caballo que nos proporciona nuestro pony en aquellas zonas donde la hierba no crece bien. El reto para la regeneración del suelo, no es ahora un problema de la extracción, pues el ciclo se cierra en el propio bosque-jardin. El reto está en volver a reponer lo que un día salió. Se repone de forma natural con los lodos en suspensión que trae el riego, con los que caen en forma de lluvia y que vienen de sitios tan lejanos como el desierto Sahara y con los excrementos de aves que no viven solo aquí y que se acercan a beber, pero quizá el balance sea negativo, pues si no son nidificantes, los frutos y demás alimento irá a nutrir a sus polladas situadas lejos del bosque-jardín, como ocurre con las capturas que hacen las aves rapaces que he visto alguna vez. Ahora el viento ya no arrastra es suelo, pues ya no está desnudo. El aporte de estiércol del pony, trae materia orgánica de fuera. La paja de cebada, la avena o la alfalfa que come nuestro pony, viene de otros lugares a enriquecer nuestro suelo transformada ya en estiércol de caballo.  Pero no deja de ser un aporte basado en la producción de otro lugar con carencias que se deben solventar con abonos de síntesis. En el balance de los nutrientes, la agricultura y la ganadería cuentan con un déficit brutal. Las grandes ciudades son un sumidero de nutrientes procedentes de fuera. No retornan nada a los lugares de los que surgieron dichos nutrientes. Es necesario por lo tanto, no sólo repensar nuestra agricultura y ganadería, sino el impacto que tienen en el medio natural las grandes ciudades como sumideros de nutrientes. No se puede cambiar el modelo agroganadero sin cambiar el modelo de gestión de los residuos urbanos, pues sólo retornando la mayor cantidad posible de dichos residuos al medio, podremos hablar de ciudades "sostenibles".