martes, 30 de abril de 2013

El tejón sorprendido.


           
 El sábado pasado, cuando regresaba a casa por la noche, tuve la suerte de ver un tejón. Estaba en una acequia de barro, de las pocas que ya no están recubiertas de hormigón, y seguramente estaba comiendo cangrejos de río. Al ver las luces del coche, el animal salió de la acequia y se puso a correr delante del coche. En ese momento, yo no sabía lo que estaba viendo, debido a que es el primer tejón que veo a 300 metros escasos de mi casa. Fue Belén la primera que dijo: ¡un tejón!. Entonces el animal tomaba la última curva antes de llegar a casa, y es allí donde se vió claramente el típico antifaz que cubre su cara.
Al día siguiente, me fui al lugar donde habíamos visto al tejón con la idea de sacar unas fotos del lugar, de cómo había sacado a los cangrejos de sus guaridas y de cómo había dejado los restos. Había agua en la acequia y no pude hacer esas fotos, por lo que como premio de consolación pondré la foto de la huella de una mano.
             En ella se aprecian las almohadillas de sus cinco dedos y la marca de cuatro de sus largas uñas. Estas potentes garras le permiten cavar con gran facilidad. Esta capacidad de cavar, le permite alimentarse de larvas de avispa como podéis ver en la entrada "El azote de las avispas". En esta huella también se aprecia la marca de su “talón”, que corresponde a la almohadilla carpiana o de la muñeca. El pie del tejón deja una huella similar, sin marcar nunca talón porque no tiene, ni uñas tan largas, puesto que las uñas traseras son de una longitud más acorde con la del resto de animales.

martes, 23 de abril de 2013

Morfología de los dientes.


           
          Los dientes que hemos visto en las entradas anteriores son de animales que pertenecen al orden de los carnívoros y al de los suidos. Si nos fijamos en ellos, nos daremos cuenta de que todos presentan unas características parecidas. Los dientes de los carnívoros son muy parecidos entre sí. Los de los suidos, a pesar de presentar ciertas similitudes, son más robustos y sus cúspides no son afiladas. La forma de las cúspides de la corona presentan paralelismos con las de los humanos, hecho que se debe al régimen omnívoro de sus dietas.
            Las características de los dientes se definen con unas palabras que hacen referencia a las proporciones de la raíz y la corona, a la forma de las cúspides y al tipo de crecimiento, ya sea de raíz abierta (crecimiento continuo) o de raíz cerrada. De este modo, los dientes se agrupan por similitudes en cuanto a sus formas, haciendo más sencillo identificar al animal al que pertenecen.
           
Me ha parecido conveniente hablar primero de los dientes de suidos y carnívoros, que son similares entre ellos y después hablar de los dientes de los herbívoros, que son considerablemente diferentes. Se puede establecer una diferencia clara entre los dientes ya tratados, de carnívoros y suidos con raíces y coronas bien diferenciadas, y los de los herbívoros cuyas coronas y raíces presentan una cierta continuidad.
            Antes de abordar los dientes de los herbívoros, hablaré sobre las características de los dientes en general. Primero las de los dientes que ya conocemos de suidos y carnívoros y después de los herbívoros de los que hablaré en post futuros
          braquiodontos, (del griego brachus=corto)
  Así pues, en primer lugar, los dientes pueden ser de corona alta o de corona baja. Los dientes de los suidos y carnívoros son de corona baja. En este tipo de dientes, la raíz y la corona están muy bien diferenciados. La parte de contacto entre estas dos zonas se denomina cuello. Estos dientes se conocen con el nombre de
         secodontos (del griego secos=tabique). Están adaptados al corte y troceado de la carne. Así pues, los dientes de los carnívoros son braquiodontos secodontos
   En el caso de los dientes de los carnívoros, Las cúspides de sus coronas son triangulares, altas y afiladas y están colocadas alineadas longitudinalmente o en triángulo. Los dientes que presentan esta característica se denominan
            Los dientes de los suidos y de nosotros mismos presentan cúspides numerosas en forma de colina, de poca altura y redondeada. Este tipo de dientes son bunodontos, (del griego bunos=colina) y están adaptados a una dieta omnívora, ya que sirven tanto para aplastar y moler la carne como los cereales y frutos. Los dientes de los suidos y los del ser humano son braquiodontos bunodontos.
          hipsodontos (del griego hypsos=alto).
  En el caso de algunos herbívoros, la diferencia entre la corona y la raíz no se percibe bien por ser el diente de un perfil uniforme en toda su longitud. En estos casos hablamos de dientes
            Las cúspides de la corona de los dientes de los diferentes herbívoros presentan distintos tipos de diseño que se corresponden con diversas formas de masticación. En algunos casos, la forma de la corona recuerda a medias lunas, y en este caso hablamos de selenodontes, (del griego selene=luna).  Estas cúspides se orientan de forma longitudinal y son típicas de masticaciones donde la mandíbula se desplaza de forma lateral de izquierda a derecha. Los dientes de este tipo son hipsodontos selenodontos.
           lofodontos, (del griego lofos=cresta). La masticación se realiza mediante un movimiento predominante de atrás hacia delante. Los dientes de este tipo son hipsodontos lofodontos
En otros casos, las cúspides de los dientes presentan formas variadas y con diferentes orientaciones, aunque predomina la orientación transversal. En este caso, los dientes se denominan
           

             Los dientes de carnívoros y suidos son de raíz cerrada, es decir, que una vez que han ocupado su posición, las raíces se cierran de modo que ya no se suministra alimento al diente para que siga creciendo. A partir de este momento, el diente sólo sufre desgaste.
             En el caso de los dientes de los herbívoros, las raíces son parcialmente abiertas, es decir, que se mantienen abiertas durante más tiempo. Cuando ocupan su lugar en la boca, siguen creciendo durante un tiempo todavía, por lo que sufren un cierto crecimiento a la vez que se desgastan durante un período de tiempo más o menos largo. Finalmente, estos dientes dejan de crecer y comienzan a ser usados como los de raíz cerrada. El desgaste hace que los dientes de algunos herbívoros muy viejos presenten el aspecto de dientes braquiodontos y no de hipsodontos
           
Todavía hay un tipo más de raíz, la raíz abierta, que se presenta en el caso especial de los caninos de los suidos. Es este caso el diente sigue recibiendo suministro alimenticio indefinido, de modo que no dejan de crecer en toda la vida del animal. En el caso de los caninos de las hembras de los suidos, estos son de raíz parcialmente abierta, por lo que no crecen durante toda la vida del animal como en el caso de los machos. A pesar de que los dientes de los suidos son braquidontos, los caninos son hipsodontos.
            Espero que estos conceptos queden aclarados con las fotos, y que el hecho de conocer ya como son los dientes braquiodontos de suidos y carnívoros haga más sencilla la comprensión. En las siguientes entradas veremos los dientes de diferentes herbívoros.

Fuente: Wikipedia y Dentition chez mamiféres (vertebresfossiles.free.fr

martes, 16 de abril de 2013

Rapaces distribuyendo semillas


            Hace algunas semanas, cuando volvía del trabajo, al lado del camino que conduce a mi casa había un aguilucho lagunero (Circus aeruginosus) que estaba terminando de comerse a una paloma bravía doméstica (Columba livia). Allí estaba desplumando como hacen las rapaces, quitando plumas, levantando la cabeza y mirando alrededor suyo y volviendo a quitar plumas. No es la primera vez que veo esto volviendo mi casa. Cernícalos (Falco tinnunculus), Gavilanes (Accipiter nisus), Águila calzada, (Hieraaetus pennatus), Milano real (Milvus milvus), Milano negro (Milvus migrans), Ratonero común (Buteo buteo)… todos ellos he podido observar “in fraganti”. Incluso dos veces he podido ver en acción al Halcón peregrino (Falco peregrinus). Una vez un individuo joven que no consiguió cazar nada, y que ví con prismáticos desde la ventana de mi cocina; una segunda vez, un ejemplar adulto que capturó una paloma que había asustado yo al pasar con el coche por el camino. Nunca olvidaré ese momento.
            Después de llegar a casa, espero un ratito y me voy al lugar del crimen para comprobar cómo ha quedado el escenario. En muchos casos, lo que veo no es indicativo del autor de la caza, pero sí en algunas otras como en el caso del Gavilán, que en varias ocasiones he podido comprobar cómo el escenario queda siempre igual. Esto está comentado en la entrada “La presa del Gavilán”. En otros casos, como los milanos, ratonero y el águila, no queda nada significativo. Todos los rastros aparecen igual. En esta entrada os mostraré el escenario del aguilucho lagunero, que indica que la paloma ha sido consumida por un ave rapaz, pero además os contaré un hecho curioso que se deduce de los restos.
            En primer lugar, lo que vemos es un desplume, es decir una gran acumulación de plumas que indican que alguien ha matado y comido a un ave. (Foto de encabezamiento de la entrada).
            Las plumas, indican la especie del ave muerta, en este caso una paloma bravía. Una vez que encontramos esto en el campo, se trata de ir eliminando pistas para dar con el asesino. Lo primero, observar las plumas de vuelo del ave, tanto las “remeras” o rémiges, que son las plumas grandes de las alas, como las “timoneras” o rectrices, que son las plumas de la cola. En estas plumas, los raquis han de estar completos, no rotos. Los raquis rotos indican que ha sido un mamífero el autor del desplume.  (Foto de la derecha).
            

Las plumas que recubren el cuerpo, más pequeñas son arrancadas con el pico y aparecen como en “copos” formados por varias plumas unidas por pequeños trozos de piel o saliva del ave rapaz. Al ser una presa pequeña, no queda ningún resto que nos hable de preferencias alimenticias y nos dé más pistas. (Foto de la izquierda).
           





            Pero lo más curioso que ví en este rastro, y es por eso que he hecho esta entrada, es que aparecía el contenido del buche. Se trata de semillas de maíz que la paloma había robado previamente de un molino cercano. Uno de los métodos de llegada de semillas a las islas que Darwin expuso en su obra “El origen de las especies” era este. Todos aquellos que hemos abierto egagrópilas hemos podido comprobar el contenido de las mismas y algunas semillas que llevaban los pájaros que se habían comido las aves rapaces. El hecho de que esta paloma muerta haya liberado estas semillas (que por las fechas en las que fue capturada ya no podía encontrar en el campo, sino en los graneros del hombre), nos muestra los mecanismos de la evolución en el día a día. Cientos de palomas torcaces (Columba palumbus) viajan desde el norte de Europa hacia el sur cada invierno. Una paloma que se haya alimentado en países más al norte y lleve semillas en su buche, puede ser muerta en España por un azor (Accipiter gentilis) u otra ave de presa y liberar en el suelo las semillas de su interior del mismo modo que esta paloma que hoy nos ocupa ha dejado las semillas de maíz. Si éstas semillas llegan a un sitio donde puedan prosperar, nuevas plantas de una especie que no está presente en la Península Ibérica podrían llegar a la edad adulta y hacerse un hueco en la flora de un determinado lugar. Esta idea es la que me ha hecho pensar que la desafortunada paloma podría ser hoy protagonista de esta entrada contándonos un nuevo capítulo sobre las dispersión de las plantas por los animales.

martes, 9 de abril de 2013

Algunos rastros de los barrenillos. (Barrenillos II)


            Los barrenillos, son unos insectos diminutos que viven bajo la corteza de los árboles y arbustos alimentándose de la parte conocida como floema, y que es la parte formada por los vasos por los que circula la savia. Son insectos coleópteros, es decir escarabajos, de la familia de los escolítidos. Al ser muy numerosos, llegan a interrumpir completamente el flujo de savia, lo que provoca la muerte del árbol. Tanto las frondosas como las coníferas tienen especies de barrenillos especializadas, pero yo sólo tengo fotos de los barrenillos de los pinos. El aspecto y costumbres de los barrenillos es el mismo para los barrenillos de las frondosas que para los de las coníferas. (Ver entrada "Las grandes manadas de herbívoros")
            Las señales que la actividad de los barrenillos dejan en el bosque son variadas, y aunque algunas son propias de alguna especie en concreto, otras son comunes a varias especies. El síntoma más fácil de identificar es la aparición de miles de agujeritos en la corteza de los pinos, y que lo que nos indican es que los insectos han completado su ciclo de vida y que los adultos han salido del árbol. La experiencia hace que viendo el diámetro del agujerito y la especie de pino se pueda aventurar a decir la especie del escolítido productor del mismo. (Foto superior)
          
  Otra señal característica, es la aparición de un grumo de resina blanquecino en el lugar por el que ha entrado el insecto. Cuando los escolítidos seleccionan un pino, los ataques y las entradas son miles, y los pinos tienen un aspecto típico, con el tronco repleto de grumos de resina. Esta señal no indica que el pino vaya a morir, pues si el árbol está fuerte es capaz de rechazar el ataque, atrapando algunas veces a los insectos en el interior de la galerías o en la misma entrada. (Foto de la izquierda)



             Otras veces, en el suelo del bosque aparecen las puntas de las ramas de los pinos. Si miramos atentamente estos ramillos, veremos que tienen una galería en su interior. El viento rompe las ramitas que están huecas y quebradizas y por eso las encontramos en el suelo. Este es un rastro característico del género Tomicus spp. Es posible encontrar el insecto en el interior de las galerías algunas veces. También puede ocurrir esto sobre cipreses, pero en este caso los productores de la galería son los insectos del género Phoelosinus spp.
(Foto de la derecha)  
           
           

           He dicho que no todos los pinos mueren tras un ataque de escolítidos, ya que el árbol se puede defender y rechazar el ataque. Aún así, algunos insectos consiguen realizar la galería principal, que provoca una herida. En el caso de Tomicus piniperda, esta galería principal es vertical, y la cicatriz de la herida producida se percibe en la corteza durante un tiempo. (Foto de la izquierda).








Sobre la madera y  las cortezas de los árboles o arbustos muertos, quedan unas cicatrices que indican la presencia de los barrenillos. Cada especie realiza unas galerías características, variables según sea el tamaño del insecto o sus costumbres reproductivas. Sobre como interpretar estas señales, ya os hablaré en otra entrada. (Foto derecha).

martes, 2 de abril de 2013

Escupitajo de cuco


El rastro que hoy protagoniza esta entrada es cuando menos curioso. Se conoce vulgarmente como escupitajo o salivazo de cuco. En determinadas fechas primaverales no es raro observarlos sobre la vegetación herbácea del suelo. La realidad, es más sorprendente que lo que su nombre indica. Los cucos realmente no van dejando escupitajos por las plantas. Estas formaciones, que si tocamos realmente parecen escupitajos, son la obra de un insecto.
           

 Cuando alguien vuelva a encontrarse con estos escupitajos los verá de diferente forma. No pasa nada por tocarlos, y si retiramos la espuma podremos contemplar a los hacendosos insectos que las elaboran. Se conocen como cigarrillas espumadoras. Son insectos hemípteros que se alimentan de jugos de plantas que succionan mediante un aguijón conocido como estilete. Cuando son adultos, son capaces de dar saltos sorprendentes o volar, lo que les permite huir con gran facilidad. Cuando son ninfas, segregan esta espuma dentro de la cual se encuentran a salvo de los depredadores.