Hace
algunas semanas, cuando volvía del trabajo, al lado del camino que conduce a mi
casa había un aguilucho lagunero (Circus
aeruginosus) que estaba terminando de comerse a una paloma bravía doméstica
(Columba livia). Allí estaba
desplumando como hacen las rapaces, quitando plumas, levantando la cabeza y
mirando alrededor suyo y volviendo a quitar plumas. No es la primera vez que
veo esto volviendo mi casa. Cernícalos (Falco
tinnunculus), Gavilanes (Accipiter nisus), Águila calzada, (Hieraaetus pennatus), Milano real (Milvus milvus), Milano negro (Milvus migrans), Ratonero común (Buteo buteo)… todos ellos he podido
observar “in fraganti”. Incluso dos veces he podido ver en acción al Halcón
peregrino (Falco peregrinus). Una vez
un individuo joven que no consiguió cazar nada, y que ví con prismáticos desde
la ventana de mi cocina; una segunda vez, un ejemplar adulto que capturó una
paloma que había asustado yo al pasar con el coche por el camino. Nunca
olvidaré ese momento.
Después de
llegar a casa, espero un ratito y me voy al lugar del crimen para comprobar cómo
ha quedado el escenario. En muchos casos, lo que veo no es indicativo del autor
de la caza, pero sí en algunas otras como en el caso del Gavilán, que en varias
ocasiones he podido comprobar cómo el escenario queda siempre igual. Esto está
comentado en la entrada “La presa del Gavilán”. En otros casos, como los
milanos, ratonero y el águila, no queda nada significativo. Todos los rastros
aparecen igual. En esta entrada os mostraré el escenario del aguilucho
lagunero, que indica que la paloma ha sido consumida por un ave rapaz, pero
además os contaré un hecho curioso que se deduce de los restos.
En primer
lugar, lo que vemos es un desplume, es decir una gran acumulación de plumas que
indican que alguien ha matado y comido a un ave. (Foto de encabezamiento de la entrada).
Las plumas, indican la especie
del ave muerta, en este caso una paloma bravía. Una vez que encontramos esto en
el campo, se trata de ir eliminando pistas para dar con el asesino. Lo primero,
observar las plumas de vuelo del ave, tanto las “remeras” o rémiges, que son
las plumas grandes de las alas, como las “timoneras” o rectrices, que son las
plumas de la cola. En estas plumas, los raquis han de estar completos, no
rotos. Los raquis rotos indican que ha sido un mamífero el autor del desplume. (Foto de la derecha).
Las plumas que recubren el cuerpo, más pequeñas son arrancadas con el pico y
aparecen como en “copos” formados por varias plumas unidas por pequeños trozos
de piel o saliva del ave rapaz. Al ser una presa pequeña, no queda ningún resto
que nos hable de preferencias alimenticias y nos dé más pistas. (Foto de la izquierda).
Pero lo más
curioso que ví en este rastro, y es por eso que he hecho esta entrada, es que
aparecía el contenido del buche. Se trata de semillas de maíz que la paloma
había robado previamente de un molino cercano. Uno de los métodos de llegada de
semillas a las islas que Darwin expuso en su obra “El origen de las especies”
era este. Todos aquellos que hemos abierto egagrópilas hemos podido comprobar
el contenido de las mismas y algunas semillas que llevaban los pájaros que se
habían comido las aves rapaces. El hecho de que esta paloma muerta haya
liberado estas semillas (que por las fechas en las que fue capturada ya no podía encontrar en el campo, sino en los graneros del hombre), nos muestra los mecanismos
de la evolución en el día a día. Cientos de palomas torcaces (Columba palumbus) viajan desde el norte
de Europa hacia el sur cada invierno. Una paloma que se haya alimentado en
países más al norte y lleve semillas en su buche, puede ser muerta en España
por un azor (Accipiter gentilis) u
otra ave de presa y liberar en el suelo las semillas de su interior del mismo
modo que esta paloma que hoy nos ocupa ha dejado las semillas de maíz. Si éstas
semillas llegan a un sitio donde puedan prosperar, nuevas plantas de una
especie que no está presente en la Península Ibérica podrían llegar a la edad
adulta y hacerse un hueco en la flora de un determinado lugar. Esta idea es la
que me ha hecho pensar que la desafortunada paloma podría ser hoy protagonista
de esta entrada contándonos un nuevo capítulo sobre las dispersión de las plantas por
los animales.
Muy didáctica e interesante esta entrada, Carlos. No conocía tu blog y trasteando por internet he dado con él, con tu permiso me quedaré por aquí y lo enlazo al mío.
ResponderEliminarUn saludo!
Me parece estupendo. Yo enlazo el tuyo y así podré darme alguna vuelta por Sierra Morena. Es una buena forma de "salir al monte".
ResponderEliminarSaludos, Carlos