miércoles, 1 de agosto de 2012

El kiwi y la becada


Recuerdo un día en el Vedado de Peñaflor (Zaragoza) en que salió una becada (Scolopax rusticola) casi debajo de mis mismos pies. Al ir yo pensando en mis cosas, me dio un pequeño susto. Estaba yo más acostumbrado a que esto mismo fuese protagonizado por alguna liebre (Lepus granatensis), a pesar de que conocía la existencia de becadas por las plumas que había encontrado tiempos atrás. Esta cualidad de aguantar hasta el último momento para levantar el vuelo creo que es lo que les ha valido el nombre de “sordas” en algún lugar.
Es enigmática la vida de este ave que recolecta su alimento bajo la hojarasca del suelo. Con su pico  recolecta los animalillos que viven bajo el mantillo y entre las hojas en putrefacción. Según numerosas publicaciones, recoge su comida gracias a la sensibilidad táctil de su pico. Igual que hace el kiwi (Apteryx spp) en nueva Zelanda y con quien no guarda ningún parentesco. Como nosotros y el ratón.
Sentía mucha curiosidad por ver de cerca un pico como el de la becada. El primer paso fue el de solicitar a algunos cazadores conocidos que me guardaran cabezas de becadas si es que cazaban      alguna. El día que tuve una cabeza de becada en mi mano, quedé sorpendido no por el pico, sino por el lugar donde tiene ubicada la abertura del oído. Se puede observar lo visto en la foto de arriba a la derecha. Era la primera vez que veía una cosa semejante. Cuando retiré la carne del hueso todavía quedé más sorprendido, pues el conducto auditivo pasaba “a caballo” de la mandíbula, por un canal especial, hecho este que convertía su pico en un fonendoscopio. Este aparato introducido en la hojarasca le ha de prestar seguramente puntual información del más leve sonido producido bajo la misma. Si nosotros rozamos ligeramente uno de nuestros dientes, comprobaremos que percibimos el sonido magnificado a través de la mandíbula y su conexión articular con el cráneo, articulación que se encuentra próxima al oído. Imaginad si nuestro conducto auditivo no sólo estuviese cerca de la mandíbula sino que pasase “a través de la misma”.


Comprobé si en el caso del kiwi, el oído tiene una configuración parecida, y en una foto lateral de un cráneo de kiwi, veía el sospechoso paso del oído a través de mandíbula inferior que se aprecia en el cráneo de la becada, si bien es algo más rudimentario.

Empecé a cuestionarme la extrema sensibilidad del pico frente a semejante aparato auditivo. Busqué imágenes de picos de kiwis, ya que no tengo acceso a ninguno. Aparecen aquí a la derecha. Las fotos de los picos del kiwi me motivaron para comprobar paralelismos en los de la becada. Allí estaba. El pico de la becada era extremadamente parecido al del kiwi, y los huecos donde se aloja el sentido del tacto en el pico (corpúsculos de Herbst) tenían idéntica apariencia. Si el pico del kiwi es muy sensible, el de la becada no lo es menos. La foto es algo borrosa pero es que las hago por el ocular de la lupa con mi cámara compacta.
En cuanto a que las aves localicen la comida por medio del olfato, encontré referencias en la que se podía comprobar cómo las narinas (agujeros de la “nariz”) del kiwi llegaban hasta la parte distal del pico, lo que confirma que probablemente utilicen activamente el olfato en su busca de alimento. Parece estar documentado el buen olfato en algunas aves como el buitre americano, (Cathartes aura) y el kiwi a pesar de que este sentido no parece estar muy desarrollado en la mayoría de las aves. Con respecto al olfato de estas aves, he encontrado referencias en: http://rapacesdelmundo.blogspot.com.es/2011/10/el-olfato-en-las-aves-rapaces.html. 

Hay que destacar que Darwin hizo una pequeña prueba para comprobar el olfato del buitre (C. aura) envolviendo carne en un papel y no comprobó que su olfato fuese nada prodigioso. Este experimento fue realizado anteriormente por Audubon y por Mr Buchman con idéntico resultado. Darwin pensaba que quizá los buitres se ven entre sí y cuando unos encuentran la comida y descienden, estos llaman la atención de los otros. (No sé si ya lo había leído o si fue una predicción suya sin saberlo). Da clara referencia de este hecho en su libro "Un naturalista alrededor del mundo", donde narra hechos vividos en su viaje en el Beagle.
El gran tamaño de los lóbulos olfatorios del cerebro de la becada apunta a que también su olfato está bien desarrollado y que podría usarse en la localización del alimento, según aseguran en el enlace: http://ret007ie.eresmas.net/OLFATOBECADA/sentido_del_olfato_en_la_becada1.htm
La diferencia entre ambas aves es enorme. El Kiwi no puede volar, y no posee las adaptaciones en el esqueleto relacionadas con el vuelo. El esqueleto de la becada en cambio, es como el del resto de las aves. El kiwi es nocturno. Sus ojos son pequeños y su visión es pobre Los ojos de la becada son muy grandes, y con ellos domina todo el entrono a su alrededor. Es difícil que un depredador la pueda sorprender incluso cuando está con el pico introducido en el interior del suelo. La foto de la parte distal del pico de la becada con su funda (a la derecha), muestra el sorprendente parecido con el del kiwi (arriba a la derecha, parte superior de la foto).
Parece sin embargo maravilloso, que en dos aves tan diferentes, los aspectos en que ambas coinciden, que es la necesidad de recoger lombrices y animalillos del suelo es lo que ha tallado los sorprendentes paralelismos morfológicos entre ambas. El hecho de esta convergencia evolutiva entre especies que evolucionaron aisladas durante millones de años hace que la naturaleza nunca deje de sorprender.

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