Desde muy antiguo se le consideró como una planta mágica debido a su costumbre de crecer sobre otras plantas de una forma misteriosa. Como otras muchas, depende de que un animal coma sus frutos y que deposite sus semillas en el lugar adecuado. Lo curioso en este caso es el lugar adecuado al que deben ir las semillas. La costumbre de vivir sobre otro árbol hace que las semillas deban de ser depositadas sobre un árbol de la especie huésped para que la planta pueda llegar a ser viable.
Para llegar a este lugar, la semilla ha seguido un complicado proceso. En primer lugar, decir que la planta pertenece a aquellas que llamamos dioicas, y que esto significa que existen plantas que portan flores macho y plantas que portan la parte femenina de la flor. Un insecto ha de visitar la flor masculina donde recogerá el polen y después depositarlo sobre una flor femenina que se ubica en una planta diferente. Una vez ha sido fecundada la flor y los frutos han madurado en lo alto de un árbol, un ave se ha de alimentar con ellos. No puede ser un ave granívora quien se coma los frutos, ya que el potente buche de esta destruirá la semilla como ocurre con todas las que semillas que ingiere.
Las aves insectívoras en cambio, aprovechan la pulpa de los frutos pero las semillas pasan a través del cuerpo sin ser destruidas. En su estómago, la pulpa se separa del hueso, y una parte que rodea a este que se llama mucílago se activa de modo que se convierte en una capa muy pegajosa. Cuando el ave se posa en otro árbol y expulsa el hueso, éste queda pegado a la corteza del mismo. Una vez allí, ha de emitir una raíz penetrante que se “clava” en la corteza llegando hasta el “cambium”, que es la parte de la planta situada justo bajo la corteza. Es en esta parte donde se sitúan los vasos conductores que llevan la savia bruta hasta las hojas para elaborar el alimento del árbol.Si la corteza en ese punto es muy gruesa, la energía que puede suministrar la semilla no será la suficiente para que la raíz pueda llegar al torrente de la savia y morirá sin conseguir desarrollarse. En cambio si el grosor es el adecuado, la planta accederá a la savia y podrá crecer. Con el tiempo, la planta emitirá más raíces penetrantes llamadas haustorios que se fijarán en el cambium de cada año. Estos haustorios quedarán anclados a la planta a la vez que el árbol crece, apareciendo cada vez más profundos con cada nuevo anillo de crecimiento del árbol. La apariencia visual es la de una planta que surge del interior de otra. El muérdago no acaba con todo el flujo de savia, sino que la rama donde se fija suministra savia igualmente a las hojas del huésped a pesar de que esta rama será de un diámetro menor, ya que una parte del flujo de savia bruta es usurpado por el muérdago. El hecho de que su robo sea efectuado en el flujo de savia bruta provoca que esta tenga que ser elaborada por el propio muérdago y para ello posee clorofila, que es lo que le da el tono siempre verde. Vemos entonces que el muérdago es un parásito a media jornada podríamos decir. Es lo que llamamos hemiparásito o “medioparásito”. Un día, el árbol o la rama donde está inserto el muérdago morirán. Cuando el árbol o su rama hayan muerto, el muérdago que es más blando se descompondrá antes, quedando el lugar donde estaba el muérdago con los huecos que ocupaban los haustorios. Estos son los agujeros que vemos en la madera de la primera foto. Queda aclarado el origen de los agujeros misteriosos.
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