lunes, 12 de marzo de 2012

¿Donde está Wally?

La naturaleza no siempre tiene las mismas estrategias para preservar las especies. La supervivencia de los mejor adaptados puede llegar a tallar sorprendentes formas vivientes. El aspecto llamativo de las avispas y la salamandra o el cascabel de la serpiente de cascabel son ejemplos de casos en los que la supervivencia está basada en advertir de un peligro inminente y preservar la vida del individuo llamativo. En algunas ocasiones en cambio, es un ejercicio de proeza poder ver algunos de los animales que nos rodean. La selección natural favorece a aquellos animales que no son vistos por

los depredadores que eliminan en mayor número a aquellos más llamativos o que peor se confunden
con el medio. Otros en cambio, se camuflan perfectamente para que sus presas no adviertan su presencia. Las miles de generaciones cuyos descendientes son favorecidos al poseer una adaptación beneficiosa aunque sea leve, conduce a que cada vez las especies sean más perfectas en sus camuflajes. En algunos casos, el cambio de colorido favorece que los animales sean confundidos con su entorno, y en otras, es la forma y el comportamiento quien favorece el enmascaramiento.
El pelaje de las liebres y las manchas del cervatillo evitan que estos sean encontrados cuando se
aplastan en el suelo y evitan que los depredadores los encuentren. Pero esta misma estrategia es usada por los depredadores que se pueden colocar a escasos metros de sus presas para saltar en el último momento y aumentar así las posiblidades de éxito. Como ejemplo podemos ver la foto del lince (Lynx lynx) dormitando entre la maleza del parque faunístico Lacuniacha. Del mismo modo, los nidos que descansan en el suelo, serían fácilmente encontrados si los huevos fuesen blancos y por eso, la selección natural ha preservado a aquellas aves cuyos huevos aparecían algo manchados hasta llegar a adquirir los tonos que los confunden con piedras. En la foto podemos ver un nido de chotacabras gris (Caprimulgus europaeus).
Los insectos también juegan al juego del camuflaje y realmente llegan a ser maestros en este arte. En la foto de arriba podemos comprobar lo difícil que es encontrar a esta polilla de la famila  Noctuidae posada en una piedra cubierta de líquenes. La araña que podemos observar a la derecha, Philodromus margaritatus posee un tono que le permite pasar desapercibida en el tronco de los pinos, y su comportamiento, cuyo cuerpo se pega literalmente al tronco aumenta el efecto. Posiblemente, en este caso no sólo la araña es más difícilmente encontrada por posibles depredadores, sino que igualmente las presas no advierten hasta muy tarde la presencia de la araña acechando.
Incluso debajo del agua se da el camuflaje con gran éxito. La centolla peluda, (Maia verrucosa) se cubre con algas para de este modo pasar desapercibida en las rocas de la costa. En la foto este centollo ya se había despojado de algunas pero si las paredes a las que está pegado tuviesen el recubrimiento de algas típico sería realmente difícil advertir su presencia.

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