martes, 6 de mayo de 2014

Del instituto a la prehistoria.

Pues eso, aquí está la entrada que hace referencia al taller sobre la prehistoria. Un poco tarde, pero es que mi hija Lucía tuvo examen y no pudo hacer de reportera y las fotos han llegado algo más tarde. Doy las gracias al reportero, Joseba Alaíza, el profesor por pasarme las fotos. De todos los modos, como lo prometido es deuda, aquí os hablo un poco del taller. A primera hora de la mañana, los chicos del Instituto llegaban a casa caminando desde el Instituto. A mitad de camino salí a esperarlos y a contarles que hace varios millones de años, el “suelo” no estaba donde estábamos pisando, sino que se situaba varios centenares de metros por encima. La erosión del Ebro y el Gállego lo habían rebajado, pero los fósiles que encontrábamos en los montes alrededor de Zaragoza nos decían que antaño hubo un ecosistema de lagunas de agua dulce en las que vivían caracoles como los que les enseñaba y que el suelo estaba muy por encima, tal y como lo encontramos hoy.
Cuando llegamos a mi casa, lo primero que hicimos fue desplegar una cinta métrica para que comprendiesen la amplitud del tiempo en La Tierra. Aquí nos enfrentamos con la brevedad de la existencia del hombre. Posteriormente, hablamos de  los hombres y de cómo se colonizó el planeta con los diversos viajes migratorios. Los hombres eran unos seres que todavía se sentían amenazados por los grandes depredadores que podían darles caza. Vimos reproducciones de cráneos de oso, leopardo, lobo y oso de las cavernas como carnívoros que amenazaron la existencia de los hombres de la antigüedad.
El hombre, es un ser muy adaptable, y es capaz de tomar de la naturaleza aquello que le ofrece y usarlo en su beneficio. Así pues, no posee un grueso pelaje que lo aísle del frío pero es capaz de tomar el de los animales y adaptarlo para su uso. No posee garras ni colmillos afilados pero es capaz de fabricar útiles que los reemplacen a partir de piedra o hueso. No es capaz de dar caza a una pieza herida a la carrera, pero es capaz de interpretar las señales que ésta deja en su huída y de este modo doblegarla por agotamiento. Esta versatilidad ha colocado al hombre en el lugar más elevado de la cadena alimenticia.
Pudimos comprobar el tacto de una piel de cabra, (mucho pelo y poca lana), y la de un reno, que posee una gruesa capa de lana bajo el pelo y que la hace muy adecuada para confeccionar las ropas de los habitantes de regiones frías. Vimos herramientas fabricadas en hueso y en sílex y comprobamos como el sílex corta de forma muy efectiva el hueso, siendo posible agujerearlo con facilidad si colocamos un pequeño trozo de sílex en la punta de un palo y lo giramos en nuestras manos.
Fuimos capaces de obtener un fuego por fricción de dos palos aunque finalmente se apagó antes de provocar llama al caerse la brasa del montoncito de paja que debería haber prendido. Cuando ya se veía que alguna brizna de paja se tornaba en roja brasa, el fragmento de yesca se cayó al suelo y se malogró el fuego al primer intento. Como consolación hicimos fuego al estilo medieval con chispa frotando sílex y a falta de eslabón férreo una barra de magnesio de las que utiliza el superviviente. Tengo una precaria falta de yesqueros, pues los del chopo no sirven para prender. Probaré con los de pino. El que tengo y funciona no recuerdo donde lo cogí y cada vez me queda menos...

Como colofón del día tomamos las azagayas y el propulsor y decidimos fallar de forma reiterada al disparar sobre nuestro corzo de cartón. Quique, mi hijo mediano le tiró una lanza grande y lo deacapitó por lo que el resto del taller fue dar caza al corzo de Sleeppy hollow, el corzo sin cabeza. Ante los catastróficos resultados decidí probar con una nueva arma.

Sacamos un pequeño arco que también gustó mucho a los chavales. A pesar de ser un arco pequeño permite tirar flechas con fuerza como para poder hacer puntería. De este modo sí que pudimos alcanzar al corzo sin cabeza alguna que otra vez, y de este modo mantener algo la dignidad prehistórica. Después de esto dimos por terminado el taller y cada uno se fue a su sitio, yo a casa y ellos al Instituto para coger el autobús que los conduce de regreso a casa.

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